Prisión del miedo
No puedo llorar,
el alma en pedazos.
En la última celda
escribo estos versos,
náufrago moribundo
que lanza al mar su última botella,
un grito hondo atrapado,
sabiendo que jamás oído será.
Estrofas muertas resuenan,
ecos de sombras vivas
que por los muros reptan,
extienden sus manos de esqueleto,
espectros del pasado
que me toman por sorpresa.
Fundido en las paredes,
soy un bloque más
de esta prisión del miedo.
Mis ojos no se alzan,
en el suelo pisoteados.
No ven la luz de la ventana enrejada.
Olvidaron el sol, su brillo, su promesa.
El calor, espejismo cruel,
se convierte en un infierno gélido,
congelado en la quietud del abandono.
Consumido en fuegos fríos del olvido,
solo la caricia amarga de la nada me acompaña,
el susurro de la ausencia,
la certeza del polvo
borrado por el viento de la indiferencia.
Y yo,
no puedo llorar.
Jorge Kagiagian
Prisión del miedo
No puedo llorar,
el alma en pedazos.
En la última celda
escribo estos versos,
náufrago moribundo
que lanza al mar su última botella,
un grito hondo atrapado,
sabiendo que jamás oído será.
Estrofas muertas resuenan,
ecos de sombras vivas
que por los muros reptan,
extienden sus manos de esqueleto,
espectros del pasado
que me toman por sorpresa.
Fundido en las paredes,
soy un bloque más
de esta prisión del miedo.
Mis ojos no se alzan,
en el suelo pisoteados.
No ven la luz de la ventana enrejada.
Olvidaron el sol, su brillo, su promesa.
El calor, espejismo cruel,
se convierte en un infierno gélido,
congelado en la quietud del abandono.
Consumido en fuegos fríos del olvido,
solo la caricia amarga de la nada me acompaña,
el susurro de la ausencia,
la certeza del polvo
borrado por el viento de la indiferencia.
Y yo,
no puedo llorar.
Jorge Kagiagian
Versión 1
Llorar ya no puedo,
el alma en pedazos.
En la última celda
escribo estos versos,
náufrago moribundo
que lanza al mar su última botella,
un grito hondo atrapado,
sabiendo que jamás será oído.
Estrofas muertas resuenan,
ecos de sombras vivas
que reptan por los muros,
extienden sus manos de esqueleto,
espectros del pasado
que me toman por sorpresa.
Fundido en las paredes,
soy un bloque más
de esta prisión del miedo.
Mis ojos no se alzan,
en el suelo pisoteados.
No ven la luz de la ventana enrejada.
Olvidaron el sol, su brillo, su promesa.
El calor, espejismo burlón,
se convierte en un infierno gélido,
congelado en la quietud del abandono.
Consumido en fuegos fríos del olvido,
solo la caricia amarga de la nada me acompaña,
el susurro de la ausencia,
la certeza del polvo
borrado por el viento de la indiferencia.
Y yo,
no puedo llorar.
Jorge Kagiagian
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