Inés: pupín esta triste

Claro, aquí está la historia corregida con el color de Felicitas:

**El Bosque Silencioso**  

Era un atardecer gris, cuando las sombras del bosque se alargaban, y la luz de la tarde se desvanecía entre las ramas altas. Pupín caminaba lentamente por el sendero, sus pasos suaves y ausentes, como si el viento mismo quisiera envolverlo en su manto de silencio. La magia de su varita, usualmente chisporroteante y alegre, hoy descansaba en su mano, inerte, como si también sintiera el peso de la tristeza que se había apoderado de su corazón.

El aire estaba frío, y las hojas crujían bajo sus pies, como si el bosque susurrara palabras de consuelo que él no lograba entender. Había algo en su pecho, una sensación vacía, como un eco lejano que no se lograba alcanzar. *¿Por qué todo se siente tan pesado?* pensaba Pupín mientras observaba las pequeñas criaturas del bosque que se refugiaban en las sombras, ajenas a su dolor.

De repente, Felicitas apareció de entre los árboles, su pelaje blanco con tonos café con leche resaltaba suavemente contra la oscuridad que se cernía sobre ellos. La pequeña perrita, con sus ojos llenos de curiosidad, corrió hacia él con su inconfundible energía. Le lamió la mano, su manera de pedir atención, de ofrecerle consuelo.

Pupín sonrió débilmente, pero la sonrisa se desvaneció tan pronto como sus ojos se encontraron con la luna, que ahora brillaba débilmente en el cielo. Él miró al cielo y suspiró. 

—No entiendo... —murmuró para sí mismo—. La magia que fluye en mi ser... ¿por qué no me llena ahora? 

Felicitas se acercó más, apoyando su pequeña cabeza en su pierna, como si entendiera el dolor silencioso de su amigo. Pupín acarició su cabeza, el contacto suave le hizo sentir una chispa de calidez. En ese momento, la oscuridad del bosque ya no parecía tan imponente, y el frío, aunque aún presente, no se sentía tan helado. 

La pequeña perrita, con su ternura y su entrega, le mostró algo que las palabras de magia no podían: la verdadera esencia de la amistad, que no siempre tiene respuestas, pero sí consuelo. Pupín se agachó, rodeó a Felicitas con sus brazos y la apretó suavemente, dejándose abrazar por su presencia. 

En ese abrazo, Pupín comprendió. La tristeza que sentía no tenía que ser una carga. No debía luchar contra ella. A veces, solo necesitaba estar allí, en silencio, acompañado por quienes realmente importan. No siempre la magia era una solución. A veces, solo el cariño y el silencio compartido eran suficientes.

El viento susurró a través de los árboles, como una melodía suave, y Pupín, con Felicitas en sus brazos, cerró los ojos. *Todo pasa*, pensó, *y aunque hoy todo parece oscuro, mañana traerá una nueva luz*. 

Y en el susurro del bosque, Pupín encontró algo más que magia: paz.

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