Artística de un Criminal


Como un demonio cruel me encuentro frente al juez glacial, tan avejentado que apenas puede levantar su maso para dejarlo caer sobre mí para juzgarme, para aplastarme.
No he mentido jamás, deshonorable juez, siempre he sido lo que soy.  No he negado jamás mis crímenes, obras de arte de un ser póstumo. Nunca he negado mi naturaleza violenta, ni mi repulsión contra la humanidad toda y, sobre todo, contra esa mujer. ¿Quién no ha deseado e, incluso, imaginado matar a una mujer? ¿Deleitar su oído con su grito agudo?  Ella jamás ha pedido perdón por eso su honor debió perder antes de ser golpeada hasta la muerte.

He derrumbado su alma y, como un niño en un parque, he disfrutado con su desesperación. Ha llorado, no la he visto pero he percibido el sabor salado y, su vez, dulcemente placentero de sus lágrimas desesperadas. He oído el rasgar de sus uñas clavadas en las paredes y el sonido de su cabeza golpeando contra la pared ha volado la distancia brutal que nos separaba.

Juez, impostor de la voluntad divina, aquí estoy. No tengo miedo. Solo los niños y los cobardes lo tienen al enfrentar las consecuencias de sus actos…

Una larga lista de testigos ha venido y, de sus bocas estériles de toda verdad, han proclamado que he sido un monstruo, que he sido un loco. ¡No! Señor juez, hipócrita sin dignidad, he hecho todo en pleno control de mis facultades mentales, fue a conciencia pura ¿Acaso la maldad no puede ser producto de la inteligencia que el creador ha puesto en mí?  ¿No puedo, acaso, sentirme orgulloso de haber dejado mi marca eterna en la madre y en el hijo que he violado? ¿Acaso no existe el arte criminal?

Que venga la mano esclava del siervo del poder y me castigue. Los latigazos dejarán marcas en mi piel y en mi carne. La sangre caerá como rojo manantial pero mis rodillas no se doblarán. Gritaré porque la carne sufre pero mi alma habrá de conocer la felicidad.

Las heridas sanarán, la madre seguirá muerta y su hijo jamás podrá olvidar su hermosa violación. Una marca eterna en el espíritu. En la mente de su hijo, por siempre la imagen tan infame de su madre reventada a golpes. No hay riquezas que pueda curarla ¿Qué es esto sino una expresión del más exquisito arte criminal?

Pronto me encadenarán y, enjaulado, seré lanzado al olvido pero volveré y tomaré lo que ha quedado sin destruir. Reiré a carcajadas jactándome de mis dientes podridos y mi respiración, emanación asquerosa, la sentirán cerca del cuello: paranoia eterna. Saben bien que iré a terminar lo que empecé. ¿Por qué habría de sentir pena por ellos si ellos no sintieron pena por mí?

Un día me verán. Sonreiré en silencio, mis ojos dirán: "fui yo quien lo ha hecho" y nada podrán hacer para evitarlo.  Cuando tome la vida del hijo volverán a verme, volveré a sonreír, y mis ojos nuevamente dirán: “fui yo quien lo ha hecho”.

Por eso, usted, señor juez, todo lo que haga no tendrá ningún sentido; no son más que funcionarios inservibles. Es inevitable; mi maldad será célebre, perfecta, exacta... será justicia.

Jorge Kagiagian

Mi maldad será célebre, perfecta, exacta. Pondré lo más repudiable de mí, lo que mejor he aprendido a dar. Y una vez terminado todo esto, sé que una nueva víctima aguardará.

3 comentarios:

Elizabet Maidana dijo...

Majestuoso texto, señor Kagiagian. Sus locos que narran en primera persona los hechos atroces que han cometido, vanagloriándose de sus actos ante la mirada hipócritamente enjuiciadora de sus verdugos, que parecen gozar al tiempo que castigan y cometer entonces actos de barbarie similar a la que condenan, están construidos de una manera perfecta. No hay fisuras en el yo narrador, y a través de su declaración/confesión ante un juez que describe como inmoral y viciado de justicia, permite al lector involucrarse hasta lo más profundo en los hechos que relata.
La descripción no es minuciosa, en cuanto a colores, espacios, formas y tamaños, pero su riqueza interpretativa de sensaciones propias y ajenas, provoca en el lector una inmersión en lo más profundo de la oscuridad del alma humana.
Se puede apreciar un intertexto con la obra de Poe, maestro del suspenso y terror, y como en él, esta narración despierta cierta empatía y hasta lleva a la reflexión de qué seríamos capaces de hacer.
Es una narración brutal, descarnada, que resignifica un tema de creciente conflicto personal y social que se ha agravado en los últimos tiempos: la muerte de mujeres a mano de hombres. La propuesta de cambio de punto de vista habilita una mirada provocadora y sin duda representa el pensar y el sentir de parte de la sociedad, cuyas vocas hoy están silenciadas bajo el velo de lo políticamente correcto.
Formalmente, el texto responde a un discurso pronunciado ante un juez, es muy abrumador el exacto relato, la minuciosidad de las agónicas sensaciones, la construcción de destinatario. La secuencia de hechos es lineal, aunque tiene una proyección en hechos prometidos.
Es imposible interrumpir la lectura, que se acelera a medida que avanza el texto y adquiere un ritmo atroz.
De lo mejor que le he leído. Atrevido, provocador, espeluznante y textualmente maravilloso.

Elizabet Maidana dijo...

*voces

Elizabet Maidana dijo...

*voces