Diferencias biológicas entre el hombre y la mujer

Luego de algunas discusiones sobre el hombre y la mujer, sobre su conducta y su desarrollo decidí escribir sobre la diferencia biológica entre ambos sexos.

Esta nota trata brevemente, como siempre, las diferencias que afectan el comportamiento desde el punto de vista biológico. No niega que existan diferencias psicológicas, los dados por la educación o por su contexto social.
Las diferencias a nombrar de ninguna manera demarcan una superioridad de uno sobre el otro, sino que somos diferentes y complementarios.

Ningún estudio psicológico, debate de sexo-genero, reflexiones intelectuales o cualquier tipo de idealismo puede negar la realidad tangible de las diferencias biológicas.
Para evitar debates irracionales, todos los datos que están en esta nota corresponden a investigaciones recientes y fueron validadas por profesionales de Medicina y Psicología de la Universidad de Buenos Aires.

Es interesante recalcar que algunos humanistas y los religiosos de las mayorías de las creencias, consideran la conciencia humana como algo elevado del plano corporal y, por ende, desestiman que cualquier diferencia biológica afecte el comportamiento. Lo cual es infundado desde una perspectiva científica.

Zoológicos humanos: Ota Benga

A Ota Benga, M. L. King y Madib

Parte 1

Escribo estas palabras solo para liberarme de esta culpa que, como una sombra que jamás descansa, me acosa desde hace tantas décadas. Sé que no podré conseguir ningún perdón ni exención alguna por el dolor que he infligido.

Es fácil juzgar los actos ajenos, y más fácil será para aquellas personas que lean las palabras de esta confesión. Y mucho tiempo después de que yo abandone la existencia física, esta carta me señalará digno de todo repudio.

Cuando joven, cuando mi reflejo comenzaba a descubrirme como un adulto, trabajaba como asistente del Dr. Samuel Verner. Él era un destacado misionero, investigador y docente de los Estados Unidos. Realizábamos tareas de investigación y estudios sociológicos sobre las culturas de diferentes pueblos nativos del continente africano y, a su vez, brindábamos distintos tipos de asistencia a esas comunidades detenidas en el tiempo.

Fuimos parte de una cantidad considerable de expediciones a "Afrique Équatoriale Française" y "État Indépendant du Congo" durante 1890 hasta 1904; año donde todo comenzó. Fue en ese mismo año exacto donde crucé camino con Ota Benga, mi víctima.

La "Force Publique" era una organización gubernamental dedicada a la conservación del orden público, orden que obtendrían a cualquier costo. El máximo referente de tal institución era la mismísima casa real de Bélgica. Siendo Leopold II el titular, quien administraba, también, el paradójicamente llamado "État Indépendant du Congo".

No es difícil suponer que el terror ha sido la forma más efectiva que una potencia extranjera tenía para usufructuar las tierras y las riquezas de una nación pobre, y sobre todo, subyugar las voluntades débiles y absolutamente indefensas de los habitantes autóctonos. La tortura, el castigo y la humillación pública han sido, sin duda, los métodos recurrentes para lograr los objetivos europeos.

Durante las redadas que buscaban adquirir nuevos trabajadores, las poblaciones negras solían escapar del hombre civilizado y de la ley divina que ellos representaban. Algunos miembros de una tribu pigmea lograron evadir a la "Force Publique", creando una vía de escape hacia el sur, escabulléndose por la ribera del río Kasai camino a los bosques ecuatoriales. Tierras que les eran bien conocidas, ventaja que les permitiría ocultarse.

La madre de Ota Benga fue una de las exiliadas. Cargó a su hijo, con su única mano, durante quién sabe cuántos días, por esos senderos plagados de alimañas y animales ávidos de carne. Muchos jamás habrían de llegar al destino, pero quien escapa no tiene tiempo para lamentos. Avanzaban dejando que los rezagados fueran capturados por la fuerza pública o las fieras carnívoras; según quien se sirviera primero.

Benga (como solían llamarlo) me contó tiempo después que su padre había sido atormentado sin piedad hasta que él mismo imploró por su propia muerte. A su madre le amputaron la mano derecha y luego la ahumaron bajo el sol como método de persuasión y ejemplificación para los trabajadores involuntarios en rebeldía.

Mientras tanto, en otro mundo lejano, en América del Norte, la tierra de la libertad se preparaba para uno de los festivales más grandes: la Feria Mundial de Saint Louis. Los organizadores estaban profundamente interesados en presentar un evento impactante e innovador... y así lo hicieron.

Llamaron a Verner y luego él me llamó a mí. Nos encomendaron la tarea que nunca debí haber aceptado. Después de ponerle precio a mis convicciones, accedí a viajar al Congo Belga en busca de nativos africanos con características dignas de ser exhibidas para el deleite del público americano. Los estudiosos de la mente humana habían concluido que ver a esas criaturas primitivas les produciría una sensación de autosatisfacción. Esto fue considerado una excelente publicidad para el evento, lo que se traduciría en lucrativos beneficios económicos.

A pesar del poco tiempo disponible para planificar la expedición, logramos conseguir el suministro y el equipo necesario, e incluso el barco que nos llevaría al continente sin dios.

Por fortuna, sin mayores contratiempos, cruzamos el océano en un viaje que parecía nunca terminar. Llegamos al continente olvidado. El capitán encalló el barco en el puerto de Matadi. Nos reunimos con un equipo de guías tratantes de negros a quienes contratamos para cumplir con nuestra tarea.

En un pequeño bote a motor, navegamos por el río hasta llegar a los bosques, donde encontramos un grupo residual de individuos que, según decían, eran aptos para trabajos largos bajo el sol. Además, poseían cuerpos pequeños baratos de alimentar. Siempre me he preguntado quién fue la primera persona en hacer esas agudas observaciones.

Navegamos durante varios días, muy atentos. Finalmente encontramos lo que buscábamos: una pequeña comunidad exiliada en medio de la miseria, una tribu diezmada de la etnia Batwa.

Al vernos, se dispersaron en todas direcciones como cucarachas. Eran comparables a chimpancés leprosos. Varios lograron escapar. Uno intentó atacarme con una lanza improvisada... sin más, disparé mi escopeta y lo maté al instante, volándole medio cráneo.

Ver las caras de terror de aquellos semi-hombres intentando de huir de nosotros me confirmaba lo alejados que estaban de la racionalidad que nosotros habíamos adquirido.

Seleccionamos a varios de ellos: jóvenes, niños, hombres, mujeres; descartamos a los ancianos y a los que nosotros mismos habíamos herido qué seguramente morirían en el viaje o de alguna infección. Gracias a nuestro Dios, lográbamos cumplir con nuestro encargo.

Ni Verner ni yo nos preocupamos por separar familias, quitarles a los hijos a las madres en nombre del entretenimiento del pueblo americano; era un acto lógico. No me preocupé por hacerlo con los cachorros de un perro, mucho menos me molestaría hacerlo con un ser negro.
Recordé a Voltaire y pronuncié una de sus frases con el fin de contrarrestar la debilidad emocional que me producían sus antropomórficas expresiones de dolor: "Dios jamás pondría un alma en un cuerpo negro y mucho menos un alma buena".
Hoy en día, discrepo de esas palabras. Los años me han enseñado que, aunque no tengan alma, son seres con vidas que deben ser respetadas; acaso, ¿No le doy de comer a mis perros?

Los tratantes de negros, que teníamos como guías, transportaron a los esclavos al puerto.
Una vez que sus cinturas estaban encadenadas y alineados en dos largas filas que iban de proa a babor, tanto a babor como a estribor, el barco nos llevaría nuevamente a Norteamérica.
A algunos tuvimos que colocarlos en jaulas individuales para evitar que se hicieran daño entre ellos y se volvieran inadecuados para la exhibición pública a la que estaban destinados.

Uno de los Batwa capturados fue Ota Benga. Tenía aproximadamente 18 años. Su carácter era ciertamente salvaje. Tal vez pretendía regresar con su gente y sus crías, fruto de su fuerte conexión con sus instintos primitivos.
Habíamos puesto un grillete en su pierna que luego encadenamos a su jaula; así nos asegurábamos de que se comportara correctamente.
A su lado, había un cubo para que lo usara durante el viaje de más de tres semanas. También le proporcionamos comida y agua diariamente. Al sexto día, demostró no comprender nuestras atenciones. Con total desagradecimiento, arrojó el cubo con sus necesidades sobre un miembro de la tripulación... y, por esa razón, dejó de recibir nuestra generosidad hasta que llegáramos a los Estados Unidos.

Entregamos la carga a los organizadores y recibimos el resto del dinero acordado.

Parte 2

Luego de ambientar las jaulas de la carga africana, la Feria Mundial de Saint Louis abrió sus puertas al público.

A pesar de todos mis compromisos, logré disponer de tiempo para recorrer el evento.
Disfruté de las deliciosas comidas y de curiosidades de todo tipo.
Por supuesto, fui a ver los especímenes que habíamos traído.
En el centro de la feria, allí, entre dos chimpancés, un gorila y otros animales, en una jaula con árboles, plátanos y platos de carne cruda ennegrecida, se encontraba Ota Benga.
Una placa proporcionaba la siguiente información de índole científica: "Eslabón transitorio más cercano al ser humano".

Los dedos de los visitantes lo señalaban y un murmullo general escondía las pequeñas risas burlonas. Mientras tanto, un profesor emocionado explicaba el origen de las especies y las maravillas del evolucionismo:
"...la apariencia general, las características y rasgos de los pigmeos del Congo... pequeñas criaturas simiescas, duendes, furtivos y traviesos... viven en los densos bosques enmarañados en la barbarie absoluta y, al mismo tiempo, exhiben muchas características primitivas en sus cuerpos, que poseen un estado de alerta determinado, quizás más inteligentes que otros simios...".
Si bien, Ota Benga no entendía las palabras de la multitud que lo rodeaba, las miradas, los gestos, las risas susurronas eran suficientes para que comprendiera el infame lugar que ocupaba.

La exposición fue un verdadero éxito en todos los aspectos posibles. Desafortunadamente, en algún momento debía concluir y, en consecuencia, las exhibiciones ya no serían necesarias para los organizadores ni para los inversionistas de la feria.
Sin saber qué hacer con ellas, se deshicieron de todas.

A Benga, por ser de raza pigmea era considerado un exotismo, fue donado para realizar con él estudios científicos.
Se tomaron medidas de cada parte de su cuerpo. También analizaron detalles profundos sobre su ser. Incluso se hicieron moldes de yeso de su cuerpo y de sus dientes limados en forma de serrucho, tradición Batwa.
Y se llevaron a cabo otros interesantes estudios sobre sus respuestas sensitivas (calor, frío, punciones y demás), sus reacciones a diferentes compuestos químicos y medicamentos de reciente descubrimiento.

Terminados los invaluables aportes científicos, llevamos a varios de los nativos africanos capturados nuevamente a su tierra.

Debíamos entregarlos al cuerpo de trabajadores de la "Force Publique"; qué siempre tiene algún trabajador qué como si de juguetes rotos siempre tenían a algún enfermo o herido que reemplazar. Pero, en el último momento, decidimos soltarlos en el bosque cerca de donde los habíamos obtenido.
Los vi correr desesperados y desconfiados, mirando hacia atrás. Esperando ser derribados por nuestras armas. Me di cuenta del terror que provocamos en ellos.
Ota Benga, entre el miedo y la felicidad, corrió como nunca. Lo seguí con la vista hasta que se perdió en la espesura de los vegetación.

Durante algunos días, permanecimos en aquel lugar. Abastecimos el barco e hicimos algunas pequeñas reparaciones.

Al cabo de una semana, en el mercado central, me encontré nuevamente con la mayoría de los pigmeos que días atrás habíamos liberado.

En fila, uno parado al lado de otro; ofertados en remate al mejor postor.
Los oferentes revisaban la salud, la musculatura de los pigmeos.
Allí, de nuevo… Como no podía ser de otra manera, estaba Benga. Exhibido otra vez. Pero ahora, como mercancía.

Me acerqué a Ota Benga. Levantó su vista pesada con mucho esfuerzo. Me reconoció de inmediato. No supo si debía alegrarse o temer.
Con sus pobres palabras del torpe inglés que había aprendido, gracias a las burlas y de los científicos, se animó a contarme lo sucedido.
En los bosques ya no quedaba nada. Su tribu había sido diezmada y asesinada como castigo por haber intentado escapar.
Su mujer y sus dos hijos habían perecido luego de las más violentas torturas. Benga no pudo contener su llanto y su desesperación por no saber las palabras para expresar su dolor.

Conmovido por esa intensa situación, juré nunca más formar parte de ningún eslabón de la cadena despiadada de la trata de africanos. Y convencí a Verner de que lo comprara a los tratantes.
Su futuro en esa tierra era lo peor imaginable…

Una vez en Nueva York, le buscamos un hogar.
El generoso Zoológico del Bronx le abrió sus puertas. Allí, junto a cuatro chimpancés, un gorila llamado Dinah y el orangután Dohung, fue exhibido bajo la denominación de "antiguo ancestro del ser humano".

El Dr. Hornaday, director del zoológico, pronunció en varias ocasiones largos discursos respecto al orgullo de contar con esa "forma transitoria de vida" en la institución que él dirigía.
Decía su placa de bronce junto a la jaula:
"Ota Benga

Especie: Pigmeo africano.
Edad estimada: 23 años.
Altura 149 centímetros. Peso 49 kilos.

Originario de las riberas del río Kasai, Independent du Congo.
Hallado por: Dr. Samuel Phillips Verner. ".

Como era de esperar, rápidamente, se convirtió en el atractivo principal.
Enjaulado, pasaba acostado en su hamaca. Con su arco y flechas disparaba a ciertos objetos como parte del show.

Su progreso era notable. Diariamente aprendía nuevas gracias.
Compartía su jaula con Dohung, quien también había aprendido mucho. ¡Hacían una dupla divertidísima!
Más de 40 mil visitantes, de costa a costa, llegaron a verlos.

La Iglesia Afroamericana Baptista interpeló al zoológico en varias ocasiones. Consideraba la exhibición humillante y racista. Decía el clérigo Gordon:
"La raza negra, nuestra raza, está lo suficientemente deprimida, sin necesidad de exhibir a uno de los nuestros junto a los simios".

Debido a las numerosas protestas, el zoológico permitió que Ota Benga saliera de su jaula.
Durante el día, caminaba entre las personas como si fuera un ser humano. Llegada la noche, volvía a su jaula para dormir en su rincón de pajas apiladas.

Con el tiempo, su actitud comenzó a empeorar. Cuando los visitantes querían tocarlo, sacarse fotos con él o hacer que uno de sus niños lo montara sobre los hombros, se mostraba agresivo y muchas veces los golpeaba o insultaba, incluso si alguien generoso le arrojaba algo de comida sobrante.
Por esta razón, el director consideró que Benga ya no era beneficioso para los fines del zoológico.
Sin más, fue expulsado.

Sin tener a dónde ir, Benga recurrió a la iglesia del clérigo Gordon, quien en realidad no tenía ningún interés por él. A Gordon, un "negro libre" no le era útil como herramienta política.

Por lo cual, Gordon lo internó en un orfanato estatal de Brooklyn, y luego se deshizo de él trasladándolo a otra institución en Virginia.

Siempre habían intentado domesticar a Benga, esta vez intentarían civilizarlo. Lo bañaron, le dieron ropa occidental y repararon sus dientes tallados. También le inculcaron la misericordiosa religión cristiana. Incluso fue inscrito en una escuela.
Se le dio un trato de ser humano; lo que es muy diferente a considerarlo uno y mucho más como un igual.

Los semi-hombres tienen un instinto férreo que no les permite razonar de forma correcta. Él prefería pasear con su arco y flecha, seguir abrazado a sus costumbres insensatas.

La falta de comida y donde vivir lo persuadió de comenzar a trabajar.
Fue empleado en una fábrica de tabaco donde realizaba tareas de mantenimiento. Lo usaban para que trepara por las poleas de las maquinarias donde nadie más podía llegar sin equipamiento de seguridad.

Durante algún tiempo siguió nuestro modo de vida occidental: rentó un apartamento y compró muchas cosas. Pero nada de nuestra cultura hubiese podido sanar sus heridas.

La tristeza, la frustración, la soledad… Se podía ver a través de sus ojos, su alma sin brillo, presa, sin nada, vacía, inerte.
La depresión lo había derrotado.

El 20 de marzo de 1916, a la edad de 32 años, Ota Benga celebró un extraño ritual pigmeo en un bosque cercano.

A mano limpia, se arrancó las coronas que le habían implantado en los dientes. Su verdadera sonrisa se mostraba ensangrentada al mundo.
Recolectó ramas, hojas secas. Con ellas, encendió un círculo de fuego y bailó a su alrededor.
Mientras cantaba en su lengua natal, los sonidos de las brasas ardiendo parecían musicalizar el momento. Las chispas disparadas desde el fuego revoloteaban como si las almas de los Batwas asesinados habitaran en ellas. Reviviendo, por última vez, los rituales de su tribu.

Tomó un arma. Sus ojos miraron al suelo, luego al cielo donde las chispas de sus ancestros aguardaban por él.
Respiró profundo y disparó en su pecho.
Así fue como murió Ota Benga, y junto a él también desaparecía su tribu, extinta para siempre.

Cada año, me acerco al lugar donde fue enterrado. Le pido perdón por la desdicha que ha padecido a causa de la ignorancia.

Quiero que sepa que su dolor y su muerte no fueron en vano. Se necesitó matar su alma y luego su cuerpo para que pudiéramos darnos cuenta.

Es hora que reparemos las vidas qué robamos. Debemos repatriar a cada negro y a toda su descendencia. Para, que lejos de la opresión del hombre blanco, puedan volver a sus chozas, a sus flechas; para que puedan correr libres alzando sus lanzas, luciendo los atuendos ligeros de sus hermosas culturas indígenas.

Mientras tanto, siento la obligación de seguir visitando, cada año, este cementerio aunque sé bien que su cuerpo ya no se encuentra en esta tumba. Pero, lamentablemente, el museo donde exhiben sus huesos queda muy lejos de mi hogar.

Jorge Kagiagian 

Ota Benga en el Zoológico del Bronx

Ota Benga en Saint Louis


Sobre Ota Benga: Wikipedia Ota Benga

POR QUÉ CANTO ASÍ (Celedonio Esteban Flores - Julio Sosa)

Pido permiso, señores,
que este tango... este tango habla por mí
y mi voz entre sus sones dirá...
dirá por qué canto así.
Porque cuando pibe,
porque cuando pibe me acunaba en tango la canción materna
pa' llamar el sueño,
y escuché el rezongo de los bandoneones
bajo el emparrado de mi patio viejo;
porque vi el desfile de las inclemencias
con mis pobres ojos llorosos y abiertos
y en la triste pieza de mis buenos viejos
cantó la pobreza su canción de invierno.
Y yo me hice en tangos,
me fui modelando en barro, en miseria,
en las amarguras que da la pobreza,
en llantos de madre,
en la rebeldía del que es fuerte y tiene que cruzar los brazos
cuando el hambre viene.
Y yo me hice en tangos
porque... ¡porque el tango es macho!,
¡porque el tango es fuerte!,
tiene olor a vida,
tiene gusto... a muerte;
porque quise mucho, y porque me engañaron
y pase la vida masticando sueños;
porque soy un árbol que nunca dio frutos,
porque soy un perro que no tiene dueño,
porque tengo odios que nunca los digo,
porque cuando quiero,
porque cuando quiero me desangro en besos,
porque quise mucho, y no me han querido;
por eso, canto tan triste... ¡Por eso!

La vergüenza de ser argentino: Mitos y Falsos Inventos (Jorge Kagiagian)



"Nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclamar
que todo esta perdido y que hay que empezar de nuevo".
Julio Cortázar

La vergüenza de ser argentino tiende a contenerse en éxitos ajenos. En Argentina se enseña desde la educación elemental esos mitos como ciertos. Las publicidades nombran decenas de "inventos argentinos" que muy pocos son realmente adjudicables.

El objetivo es recordar que esos logros no fueron tales, sino que fue manipulada la información para simular pertenecer a la Argentina. Y otros que son argentinos, pero son tan antiguos y obsoletos que no son digno de orgullo… y que nos recuerda que ya no hay nuevos logros.

Vuelta a casa (Anónimo - Jorge Kagiagian)

Al volver de la guerra, un hijo llama a sus padres para preguntarles si podía llevar a un compañero a su casa. Les contó que el muchacho había pisado una bomba y

En el techo de mi casa




En el techo de mi casa

Me levanto por la mañana, y ella está en su lugar. Durante la tarde sigue ahí. Al llegar la noche, ella permanece en el mismo rincón del techo de mi casa.

La miro construir, meticulosa, su trampa; su prodigio del ingenio. Se posa en la pared y se deja caer sujeta de su seda. Se balancea hasta llegar a la pared opuesta. Continúa su tarea durante muchas horas, de arriba abajo, de izquierda a derecha. Hasta terminar su pequeña maravilla.

Preparo mi cena y me siento a la mesa, comiendo tranquilo, la observo. Quieta, inmóvil. Silenciosa aguarda a algún bichito que, descuidado, quede atrapado allí y cenar ella también.
De alguna forma se ha ganado mi cariño. Nada reclama o necesita; sólo usar ese olvidado rincón para poder vivir…
Muchas veces han querido sacarla de allí, pero no lo he permitido. Nunca ha molestado a nadie, ni trae ningún peligro… es más, quien sabe cuantas veces me ha librado de los picazones de algún fastidioso insecto.

Debe ser difícil sentirse siempre amenazada por esas escobas sin compasión. Nunca he comprendido porque tan indefensa criatura despierta tanta crueldad. Me lleno de pena cuando la veo moverse asustada o escondida en el agujerito que tiene como hogar, desde donde se asoma cuidadosa, esperando que el peligro se vaya.

No me atrevería a sacarla de aquel rincón y, mucho menos, a matarla. ¿Quien soy yo para hacerlo? Verla allí me reconforta, me acompaña. Ya la siento mi amiga. Me recuerda que nada me pertenece. Hace que toda la inmensidad de mi mundo se empequeñezca cada vez que miro al cielo desde mi ventana.
Ella en su rincón y yo en el mío, quizás no seamos tan diferentes.



Jorge Kagiagian

Versión sin corregir:

Me levanto por la mañana, y ella está en su lugar. Durante la tarde sigue ahí, al llegar a la noche, ella permanece en el mismo rincón del techo de mi casa.

La miro construir, meticulosa, su trampa; su prodigio del ingenio. Se posa en la pared y se deja caer sujeta de su seda. Se balancea hasta llegar a la pared opuesta. Continúa su tarea durante muchas horas, de arriba abajo, de izquierda a derecha. Hasta terminar su pequeña maravilla.

Preparo mi cena y me siento a la mesa, comiendo tranquilo, la observo. Quieta, inmóvil. Silenciosa aguarda a algún bichito que, descuidado, quede atrapado allí y cenar ella también.
De alguna forma se ha ganado mi cariño. Nada reclama o necesita; sólo usar ese olvidado rincón para poder vivir…
Muchas veces han querido sacarla de allí, pero no lo he permitido. Nunca ha molestado a nadie, ni trae ningún peligro… es más, quien sabe cuantas veces me ha librado de los picazones de algún fastidioso insecto.

Debe ser difícil sentirse siempre amenazada por esas escobas sin compasión. Nunca he comprendido porque tan indefensa criatura despierta tanta crueldad. Me lleno de pena cuando la veo moverse asustada o escondida en el agujerito que tiene como hogar, desde donde se asoma cuidadosa, esperando que el peligro se vaya.

No me atrevería a sacarla de aquel rincón y, mucho menos, a matarla ¿Quien soy yo para hacerlo? Verla allí me reconforta, me acompaña. Ya la siento mi amiga. Me recuerda que nada me pertenece. Hace que toda la inmensidad de mi mundo se empequeñezca cada vez que miro al cielo desde mi ventana.
Ella en su rincón y yo en el mío; quizás no seamos tan diferentes.

Jorge Kagiagian

Encuentro Íntimo (Nidia Vidal)

- ¿¡Es que no entiendes!?
- Tú eres quien no entiende, perdóname, no te amo.
- ¿Cómo puedes decir que no me amas después de lo que ha pasado? Nos entregamos mutuamente, fue perfecto, ¿O sólo querías sexo?
- No me mal interpretes. Lo tuvimos pero fue el alcohol lo que apresuró las cosas. No sabía lo que estaba haciendo hasta fue muy tarde. Sabes que si no fuera por eso ni un beso te hubiese dado.

Cruzando mi Ventana (Jorge Kagiagian)


Cruzando mi ventana, te observo tan lejos
tan distante, que triste suspiro y anhelo
desvestir tu belleza mientras los misterios,
y la intriga, desvelan mis noches solitarias.

Cruzando mi ventana, te observo tan cerca.
tan próxima, confieso tocarte y quererte.
Tu ojos, tu cabello, tu cuerpo y tus pechos.
Respiro tu perfume de amante y mujer.

Hoy me visitó un ángel



Hoy me visitó un ángel

Por piedad, se posó de espaldas a mí
y su cuerpo comenzó a girar suavemente,
encandilando todo lo que soy.
Supuse que era mujer por su delicado
y conquistante andar.

Describirla sería siempre una afrenta,
no sólo por la torpeza del lenguaje sino
porque mi fascinación aún perdura.
Solo diré: No podré olvidar su rostro,
se perpetuó como soberana de mis recuerdos más bellos.

Narró mil historias y yo otras mil.
Caminamos durante horas, por paisajes
florecientes de ilusiones.
Quise tomar su mano pero no me atreví.
Sin poder contenerme, pronuncié
las palabras calladas, mis palabras de amor.

Mis manos temblaban torpemente,
no sé cómo, pero la besé y luego se retiró;
mi vista la acompañó hasta el último instante.

Tal vez ella vuelva, es mi más ferviente anhelo.
Ignoro lo que vendrá, no he sabido develarlo.
Pero ¿de qué me serviría conocerlo?
Apenaría mi dicha saber que no es para mí,
que el destino de mis brazos es permanecer
rodeando una dolorosa ausencia.

Tal vez ella sea mi espera alcanzada.
Si así fuese, todo lo que posea,
lo entregaré, porque nada es más hermoso
que el asombro de descubrirlo.

No quiero perder este palpitar.
Escucho sus palabras como notas
musicales entrelazadas,
vibro con su melodía. Tiemblo. Me desespero.
Muero y revivo en cada movimiento.
Mis ojos brillantes revelan mi sentir.
Mis manos siguen temblando.
Estoy envuelto en un maravilloso estupor.

No deseo anticiparme al porvenir,
ni siquiera me interesa pensar o imaginar…
Lo único que me importa
es que hoy me visitó un ángel.

Jorge Kagiagian 




Version interesante 

Hoy me visitó un ángel,
posado de espaldas, su cuerpo girando suavemente,
encantando todo lo que soy.
Supuse que era mujer, por su delicado y conquistante andar.

Pero describirla sería un ultraje,
no solo por la tosquedad del lenguaje,
sino porque mi fascinación aún perdura.
Sólo diré: su rostro es inolvidable,
soberana de mis más hermosos recuerdos.

Narramos mil historias, yo otras mil,
y caminamos durante horas por paisajes
que florecían con ilusión.
Quise tomar su mano, pero no me atreví,
y pronuncié las palabras calladas de mi amor.

Mis manos temblaron torpemente,
no sé cómo, pero la besé,
y luego se retiró; mi vista la siguió hasta el último instante.

Tal vez vuelva, es mi más ferviente anhelo,
ignoro qué vendrá, no he sabido develarlo.
Pero, ¿de qué me serviría conocerlo?
Apenaría mi dicha saber que no es para mí,
que el destino de mis brazos es rodear una dolorosa ausencia.

Pero tal vez ella sea mi espera alcanzada,
y si así fuese, todo lo que poseo
lo entregaré, porque nada es más hermoso
que el asombro de descubrirlo.

No quiero perder este palpitar,
escucho sus palabras como notas
musicales entrelazadas,
vibro con su melodía, tiemblo, me desespero.
Muero y renazco en cada movimiento,
mis ojos brillantes revelan mi sentir.
Mis manos siguen temblando,
estoy envuelto en un maravilloso estupor.

No deseo anticiparme al porvenir,
ni siquiera me interesa pensar o imaginar...
Lo único que me importa es que hoy
me visitó un ángel. 

Versión vieja 
Por piedad, se posó de espaldas a mí
su cuerpo comenzó a girar suavemente
encandilando todo lo que soy.
Supuse que era mujer por su delicado
y conquistante andar.
Describirla sería siempre una afrenta
no sólo por la torpeza del lenguaje sino
porque mi fascinación aún perdura.
Solo diré: No podré olvidar su rostro, se perpetuó
como soberana de mis recuerdos más bellos.

Vivir

Vencido en batalla
resistí al odio y la violencia
enfrenté la vida y la muerte
aún sin tener dios, ni patria que defender.

Enamórame una vez más


Te elevas en la noche blanca
tus pies livianos se apartan del mundo
te alejan de mí, te llevan al edén.
Trato de retenerte, trato de no llorar.

No te vayas, por favor.

Mía

Mi mente se rinde a tu recuerdo inevitable,
Sumido al miedo y la ansiedad
a los ensueños de amante y mujer.
Recorro tu cabello, respiro tu perfume y feminidad.
Rostros emocionados, el aguamiel recorre tu cara
y, en el abrazo, humedecen mis mejillas.
Frente a frente tu mirar arremetido delata tus secretos.
Cómo detenerme si mi voluntad no me pertenece.
si tu pecho contra el mío fue la revancha soñada.

Literatura (Julio Torri)

El novelista, en mangas de camisa, metió en la máquina de escribir una hoja de papel, la numeró, y se dispuso a relatar un abordaje de piratas. No conocía el mar y sin embargo iba a pintar los mares del sur, turbulentos y misteriosos; no había tratado en su vida más que a empleados sin prestigio romántico y a vecinos

Mine Eyes Have Seen the Glory (Julia Ward Howe)


717. Mine Eyes Have Seen the Glory (The Battle Hymn of the Republic)
Text: Julia Ward Howe, 1819-1910
Music: USA campmeeting tune
Tune: BATTLE HYMN OF THE REPUBLIC, Meter: 15 15 15.6 with Refrain

1. Mine eyes have seen the glory
of the coming of the Lord;
he is trampling out the vintage
where the grapes of wrath are stored;
he hath loosed the fateful lightning
of his terrible swift sword;
his truth is marching on.
Refrain:
Glory, glory, hallelujah!
Glory, glory, hallelujah!
Glory, glory, hallelujah!
His truth is marching on.

2. I have seen him in the watchfires
of a hundred circling camps,
they have builded him an altar
in the evening dews and damps;
I can read his righteous sentence
by the dim and flaring lamps;
his day is marching on.
(Refrain)

3. He has sounded forth the trumpet
that shall never call retreat;
he is sifting out the hearts of men
before his judgment seat;
O be swift, my soul, to answer him;
be jubilant, my feet!
Our God is marching on.
(Refrain)

4. In the beauty of the lilies
Christ was born across the sea,
with a glory in his bosom
that transfigures you and me;
as he died to make men holy,
let us die to make men free,
while God is marching on.
(Refrain)

5. He is coming like the glory
of the morning on the wave,
he is wisdom to the mighty,
he is honor to the brave;
so the world shall be his footstool,
and the soul of wrong his slave.
Our God is marching on.
(Refrain)


Sobre los noticieros: Breve reflexión sobre el periodismo “Reality Show”

El gusto por el entretenimiento extremo por encima de la veracidad.

Objetivo

  • Definir y delimitar el “periodismo o noticiero Reality Show”, una variante del amarillismo.
  • Definir la Novela no ficción en tiempo real.

En el camino

Esta es una historia, más bien una anécdota personal, ocurrió ya hace muchos años. Fue en la ruta número 3 de Salta en mi país, Argentina.
¿Quién soy? Realmente poco importa. Solo es necesario decir que aquella noche conducía mi camión de ciudad en ciudad, transportando mercadería como lo hago desde hace ocho años. Fue demasiado tiempo sin sobresaltos, todo siempre transcurría en la monotonía de la rutina diaria…

Mi última noche

Mi última noche

Aquella noche, entró en mi habitación. Se presentó tan placentera, tan cautivadora.
Lentamente, se acercó a mí. Alzó su mano espectral y acarició mi frente.
Inmóvil, sólo pude contemplarla.
Cuántos enigmas guarda aquel momento último. Ver la propia vida eclipsada por el fin; cuando el cobarde llora y el valiente sonríe. Sentir el instante fugaz del adiós; cuando eres y ya no.

Soybueno - Entrevista a Fernando Kiernan

Gracias a mis trabajos literarios tuve la fortuna de conocer algunos artistas muy interesantes. Me gustaría hablar sobre uno de ellos Fernando Kiernan, creador de Soybueno, un personaje tierno y gentil en un mundo que no lo es.
Creo que muchos podemos sentirnos identificados con él; por esa razón, quise saber un poco más.

Una foto gris (A mis abuelos)

Domingo lluvioso de invierno
casa de techos altos y molduras de yeso
Descubro una foto gris, en un cajón olvidado.
Traje azul a rayas y un rostro osado,
un hombre toma la mano de una joven mujer.
usa entusiasmada un vestido de bodas
el velo de encajes, marco de sonrisas y anhelos.

Allí están, inmóviles, impacientes, ajenos del porvenir.
Nunca se demoran las tristezas de quien pelea una guerra…
Imposible de engañar es la mano que todo lo arrasa…
Huir del miedo, abandonar la propia tierra
cargando sólo la promesa de algo mejor.

Ladrillo a ladrillo levantando un hogar.
Trabajar sin detenerse tantos días y tantas noches
de la nada absoluta, una familia edificar.
Entregados a los niños frutos de aquel amor…
niños, que serán hombres y mujeres
que serán padres y madres que partirán
dejando vacías algo más que sólo habitaciones.

La experiencia surca caminos en los rostros
Paso lento y manos temblorosas
miradas cristalinas y profundas
El tiempo no tiene piedad.
Las agujas destejen los sueños y los ovillos
se enlazan con leyendas de una tierra
que jamás volverá.
El eco triste y callado de unos hijos que ya no están,
recuerdos de una juventud que parece robarles toda felicidad.

Un día los ojos lloraron la ausencia
Una vida juntos, quebrada, por quien todo destruye…
Las almas no resisten tanto dolor,
-dolor escondido en una foto gris-
abandonando todo, irá tras ella…
Cargando, una vez más, la promesa de algo mejor.

Domingo lluvioso de invierno
Sólo queda una casa vacía
casa de techos altos y molduras de yeso
con una foto gris, en un cajón olvidado
un hombre toma la mano de una joven mujer…

Jorge Kagiagian

Dedicados a mis abuelos, Karabet Kagiagian y Levontin Tchertchian

Abuelo:
Fuiste inspiración y coraje
Fuiste esfuerzo y ejemplo
fuiste esperanza cuando me sentí caer...

Abuela:
fuiste mi amiga
fuiste quien acariciara mi rostro cansando
fuiste esperanza cuando me sentí caer...

Mi final

Cansando de intentar; cansado de levantar una y otra vez mi cuerpo. Todos los días se repite la misma situación. Durante toda mi vida ha sido igual. Golpeado hasta la inconciencia en el mismo callejón y abandonado. Cuando mis heridas están por sanar sé que pronto vendrá la próxima golpiza. No puedo defenderme, ya no tengo fuerzas…
Les es divertido destruir lo que logré con tanto esfuerzo, pegarme en el suelo, arrancarme los dientes con una certera patada en la boca.
Siempre se retiran con algún trozo mío levantándolo sobre sus cabezas cual trofeo.
Yo no quería esto, no lo merecía. Lidié para que no sucediera, lo intente todo; incluso ocultarme en las alcantarillas… pero no pude evitarlo.

A través de una ventana



A través de una ventana
Te observo tan lejos, tan distante.
Mientras desvisto tus secretos
más me lleno de intrigas y misterios.

Amante lunar



Ojos azules de un ser encantador
Cuerpo de marfil, suave envoltorio de un alma sensible
Bajo el brillo lunar, te revelas como amante y mujer.

Viejo Árbol



Reuní todas mis cosas
preparé cada detalle
Aguardé junto a aquel viejo árbol
Pero ella... nunca llegó

El robot ninja y el niño aceituna

Narraré sobre una experiencia de vida, no estoy seguro de la vida de quien... a mi me parece que es inventada por alguna persona no muy inteligente o quizás por un gnomo ¡cómo odio a los gnomos! Una vez uno acarició mi pierna pero bueno esa es otra historia. Aún así sin otra cosa mejor que hacer la escribiré. (maldito gnomo pervertido)
Lo historia comienza en Berlín, o en Bernal... mmm... bueno, el lugar no importa.
La cosa es que... ehhh. Y había un auto azul. De lo que si estoy seguro es que había un personaje que se llamaba.

Epidemia


Los faros de mi vehículo iluminaban el camino. Fueron muchas horas de viaje por lo que decidí detenerme. Eran las diez de la noche cuando llegué a un pequeño pueblo.
Un lugar típico del interior de este país. Distancias muy amplias, calles desiertas y el sonido de los animales oyéndose a lo lejos. El viento soplaba fuerte a través de la oscuridad arbolada.

Conduciendo lentamente por sus calles, buscaba hospedaje. Llegué a una cantina. Entré por alguien que pueda orientarme.
Una vez encaminado, estaba por retirarme cuando el cantinero me preguntó que deseaba tomar… y bueno, no pude resistirme.
Me senté en la barra. Un vaso de ginebra, siguió a otro y luego otro más.
Sin nadie con quien hablar me dispuse a observar la gente y el lugar.
Yo soy un hombre de ciudad por lo cual el piso de ladrillos gastados y las paredes pintadas con agua y cal llamaban mucho mi atención. Meditabundo, me quedé allí durante un par de horas.

La puerta del bar se abrió y dejó ver a un hombre con ropa de trabajo. Su rostro cansado tenía una mirada culpable pero, extrañamente amistosa.
Se quedó parado allí. Se miró al espejo que estaba detrás del mostrador y luego el reloj. Su vista bajó hacia sus manos, su expresión cambió. Permaneció unos segundos más junto a la puerta, pálido.
Súbitamente, comenzó a caminar. Ocupó el asiento junto a mí... yo era el único sin compañía en aquel lugar.

Llamó al cantinero y pidió lo mismo que yo. No tardamos en entablar conversación.
Él también era un viajero, había llegado el día anterior.
Hablamos largo tiempo, abordamos infinidades de temas… mientras las rondas de ginebra seguían incesantes.
Cada tanto se perdía en sus propios pensamientos y no escuchaba mis palabras. Pude percibir su mirada vidriosa y apagada. Sabía que algo pesaba en su conciencia pero no me atreví a preguntar.

Antes del amanecer, se ofreció a alcanzarme a un hospedaje (yo no estaba en condiciones de conducir).
En el camino, comenzó a explicarme sobre espectros, maldiciones y otros temas en los que no creía. Para mí no eran más que delirios de una persona excedida en alcohol… así que lo dejé hablar.

A llegar al hotel, clavó su mirada sobre mis ojos. Se despidió estrechándome la mano. Me tomó demasiado fuerte, casi lastimando mis huesos.
Algo se asomó por la manga de su camisa y recorrió rápido su mano. Retiré el brazo bruscamente y lo miré extrañado. Me pidió perdones y disculpas desesperadamente casi llorando… Con paso veloz, se fue cabizbajo… sin voltear su rostro ni una sola vez.

Luego de las bebidas y del extraño sujeto, no me sentía del todo bien.
Vestido como me encontraba me recosté en la cama…
Aquella noche no tuve ningún sueño, solo cerré los ojos y no estuve más allí.

Al despertarme, me veía enrarecido. Miré mis manos, estaban pálidas. Al sentir un picor, me rasqué el antebrazo. Luego otro picor más fuerte, volví a ráscame y noté que algo se movía. Debajo de la manga unos insectos se asomaban, inmediatamente los aplaste contra la pared pero las punzadas seguían por mi espalda cada vez más intensas. Fui al baño y me paré frente al espejo. Me saqué la camisa, vi como se agitaban y me recorrían un sinfín de insectos, parásitos, larvas y otros seres igual de despreciables.
Quise liberarme de ellos pero no pude. ¡Los sacaba de mi cuerpo y volvían a treparme! ¡Me revolcaba en el suelo, los mataba, quebraba sus cuerpos y de la viscosidad nacían nuevos!
Con agua hirviendo quemé mi piel pero no dejaban de surgir; los veía esconderse en mi pelo, en mis oídos, debajo de mis uñas. Aparecían más y más... Los sentía caminar por mi cuerpo, sentía como se nutrían de mí…

Desesperado fui nuevamente al bar… Abrí la puerta y entré. Me miré al espejo que estaba detrás del mostrador y luego el reloj. Mi vista bajó hacia mis manos. Me quedé unos segundos, pálido.
No se encontraba aquel miserable hombre… pero había otro sentado en la barra donde yo, el día anterior... era el único sin compañía. Rápido, comencé a caminar hacia él. Y lentamente comprendí lo que estaba por hacer…

Jorge Kagiagian

Una flor, una carta, un adiós de Jorge Kagiagian 2009




Reflejos de un Alma Derrotada de Jorge Kagiagian 2009






Una puerta sin cerrar

“La mayoría de los niños tienen sensibilidades diferentes.
Algunas de ellas vinculadas a las emociones, a la empatía
y en ocasiones otras que no admiten explicación”
Sir Thomas Browne


Yo no he sido un niño normal (a veces creo no haber sido nunca un niño). No he sido fantasioso, ni tuve gran imaginación pero, aún así, he visto sucumbir los límites de la realidad una y otra vez. Sonidos extraños, agudas voces nocturnas, risas escabrosas; a veces acompañadas de imágenes premonitoras y violentas; se rebelaron ante mí sin la menor compasión.
Narraré mi historia; una experiencia que aún no logro comprender… la experiencia más cruda que he vivido.

Durante aquellos años, mis hermanos solían divertirse haciéndome padecer toda clase de angustias. Me contaban historias de monstruos, espíritus y de seres inhumanos que luego se tornaban en malos sueños, que lograban despertarme aterrorizado.
Esta vez no fue así, no fue una pesadilla…ojalá lo hubiese sido.

Como cada noche, mi madre preparó la cama. Me acostó y se despidió dejándome solo en mi habitación. Ese día no estaba cansando por lo que me recosté mientras pensaba un poco… esa fue la causa de mi terror o quizás fue mi salvación.

Mi dormitorio estaba prácticamente vacío, sólo algunos libros a mi alcance. La ventana permitía el ingreso de una gran cantidad del reflejo lunar. Mi cama, sobre una de las esquinas; la cabecera contra la pared opuesta a la entrada acercaban mis pies a la puerta. Puerta que esa noche, nadie cerró. Otro error que nunca volvería a repetir en toda mi vida.

Las horas nocturnas pasaban lentamente. Un poco agotado decidí dormir.
Poco antes de lograr conciliar el sueño, la luz que alumbraba mi rostro se interrumpió. Algo se había interpuesto arrebatándome la luna y su fulgor. Un frío estupor y la sensación de oscuridad me desveló...
Mi vista recorrió la habitación. Todo se veía normal hasta que llegó a la puerta… Allí, debajo del umbral, una silueta rebelaba una figura.
Un cuerpo delgado y muy alto… una manta blanca grisácea cubría su pecho plano; sus piernas y brazos delgados eran desmesuradamente largos. Parado frente a mi vista sin ningún resguardo, su mirada se encontró con la mía.
Al verla, (no sé porque pero supuse que era una mujer, quizás, ambiguo o andrógino, algo que nunca antes había visto) escondí mi cuerpo debajo de las sábanas como si esperara que esas telas me libraran de todo mal.

Unos segundos transcurrieron… tan breves, tan eternos. Asomé mi vista. El cuerpo alto se encontraba en medio de la habitación casi llegando a mí… temblando de pánico me refugié una vez más.

No pude soportar la incertidumbre y el miedo; retiré apenas las sábanas que cubrían mi cabeza... vi todo blanco, sus sombrías túnicas me envolvían. Me liberé de ellas aunque seguía recostado; no podía evitar sentirme paralizado... clavado en mi cama.
Levanté la vista recorriendo todo “el ser” hasta llegar a su rostro. Las facciones eran pálidas y monstruosas… unas sombras debajo de sus ojos los transformaban en algo indescriptible.

Sus dedos blancuzcos y largos, de articulaciones hinchadas, se alzaban llevando un filo, una suerte de puñal. Tenía una pluma oscura, quizás de un ave inmunda, que sobresalía del mango. Lo percibí, lo sentí, lo vi en sus ojos tan profundos como perversos… se aprestaba a dejarlo caer sobre mí.

Cerré fuerte los ojos implorando y esperando lo peor… Un grito salió de mí como un estallido.
De inmediato, giró su cuerpo emprendiendo una veloz marcha hacia la puerta. Y como si el viento se lo llevara, se desvaneció lentamente en el aire.
Mi madre acudió rápido a mi llamado. Secó mis lágrimas y calmó mi corazón aterrado…

Jorge Kagiagian

Guybrush Threepwood, algo más que un pirata.

Esta no es una historia de piratas, de hecho solo hay un aspirante a serlo y tampoco es una historia sino que es una anécdota personal y hoy decidí compartirla.
¿Quién es Guybrush Threepwood ? Muchos dirán es el personaje principal de la saga “The Secret of Monkey Island” pero para mí fue algo más y eso es lo que quiero contar.

Enamórame una vez más


Te elevas en la noche blanca
tus livianos pies se apartan del mundo
te alejan de mí, te llevan al edén.
Trato de retenerte, trato de no llorar.

No te vayas, por favor.

Ya no existes pero estas aquí
tu mirada dice lo que mi corazón calla.
Ya no eres pero siempre serás
tu melodía dicta lo que mi alma desea.

No me dejes, por favor.

No hay crímenes, no hay castigos
apenas vértigo y ansiedad.
No hay ángeles, ni armonías
apenas angustia y soledad.

No me lastimes, por favor.

Te esperan y me entristece
pronto te iras, nada puede hacer.
Acepto tu ausencia y nada me consuela
cierras los ojos, siento tu mano vacía.
Ya nada importa, nada queda.

Pesa mi dolor y mi anhelo
anhelo de un último beso, de un último adiós
y de un último sosiego.
Ven acércate, por favor te lo ruego
enamórame una vez más.

Jorge Kagiagian

Un día contigo (De un padre a su hija)




Un día contigo (De un padre a su hija)

No preciso reloj, ni despertador; es ella quien se encargará
Muy temprano y sin excepción, día tras día se repetirá.
Gritos y revuelo; pasos veloces y un salto repentino.
Me levanto en el torbellino de sus besos y abrazos
Quiero enojarme, pero ¿Cómo hacerlo?
Si al verla me enamoro y me desgarro en el adiós.
Desayuna de forma atolondrada y veloz;
debería llamarle la atención, o un pequeño reto quizás
pero no puedo evitar ser cómplice de sus travesuras.

Vistes un delantal rosado y una pequeña mochila.
Al cruzar la calle, me sujetas con fuerza
desde allí abajo tus ojos me miran y me llaman papá.
Nos despedimos y ya te comienzo a extrañar
aun sabiendo que pronto nos volveremos a ver.

La hora llega, vuelvo rápido a mi hogar
Tengo una cita con leche y galletas, una cita a la que no puedo fallar.
La cola sobre el suelo y hojas por doquier
Amarillo, naranja y rojo; violeta, verde y azul
En sus manos y en su cara se mezclan los arcoíris
Pinta hija mía; pinta tus fantasías y mis sueños
Porque eres tú mi princesa; porque eres tú quien me hace rey.

Pies descalzos, muñecas y juguetes mil
Con tus pendientes de perlas, eres mi Wendy y mi idea feliz
Me conviertes en Peter Pan. Viajo contigo a Nunca Jamás.
No entiendes por qué me detengo a mirarte una y otra vez
Aún no imaginas cuánto un padre puede amar.

Noches, lunas y estrellas
terminan sus juegos y nada puedo hacer.
Las últimas risas brotan como rosas de primavera.
Poco a poco, casi sin darte cuenta…
te duermes entre las almohadas de aquel sillón.
Lento y silencioso, te alzo hasta tu cama.

Estás en tu mundo de ensueño mientras yo te guardo en mis brazos
Las horas llegarán y pesarán sobre mis ojos…
Y sosteniendo tu mano me quedaré dormido junto a ti
sin haber entendido cómo alguien tan simple como yo
puede ser el padre de un ser tan maravilloso como lo eres tú.

Jorge Kagiagian







No preciso reloj, ni despertador es ella quien se encargará
Muy temprano y sin excepción, día tras día se repetirá.
Gritos y revuelo; pasos veloces y un salto repentino.
Me levanto en el torbellino de sus besos y abrazos
Quiero enojarme pero ¿Cómo hacerlo?
Si al verla me enamoro y me desgarro en el adiós.
Desayuna de forma atolondrada y veloz;
debería llamarle la atención, o un pequeño reto quizás
pero no puedo evitar ser cómplice de sus travesuras.