Esta es una historia, más bien una anécdota personal, ocurrió ya hace muchos años. Fue en la ruta número 3 de Salta en mi país, Argentina.
¿Quién soy? Realmente poco importa. Solo es necesario decir que aquella noche conducía mi camión de ciudad en ciudad, transportando mercadería como lo hago desde hace ocho años. Fue demasiado tiempo sin sobresaltos, todo siempre transcurría en la monotonía de la rutina diaria…
Eran, aproximadamente, las diez de la noche cuando desde la oscuridad casi total una mujer se lanzó frente a mi camión ¿Cómo olvidarlo? Movía los brazos, agitándolos nerviosamente, haciendo señas con absoluta desesperación… ocurrió tan rápido que no pude más que dejarme llevar por la situación.
Me detuve sobre la banquina. La mujer trató de explicarme, entre gemidos y sollozos, que el auto en el que venía había caído por un barranco. “Todavía hay gente dentro”, repetía.
La actitud de la mujer no dejaba lugar a ninguna duda, un accidente terrible había ocurrido y asumí el deber de ayudarla.
Conocía en detalle aquel camino, sabía que el auto habría caído no menos de cinco metros. No había forma de que yo pudiera descender por allí, por lo que decidí ir al pueblo más cercano y pedir ayuda.
La joven mujer accedió a venir conmigo cuando supo que eran apenas unos pocos kilómetros y que necesitaba más información sobre el accidente para poder pedir la ayuda apropiada.
Durante el camino me contó que iba por aquella ruta por primera vez. Su auto no respondió y no pudo detenerse en aquella curva... frenó pero ya se encontraba en el barro golpeando contra las ramas y dando vueltas hasta finalmente caer de frente por aquel barranco. Logró salir del auto de alguna forma. Trepó por las ramas y arbustos.
Lloraba sin consuelo mientras me explicaba cada detalle. No dejaba de rezar usando las cuentas de un rosario que temblaba en sus manos lastimadas.
No tardamos en llegar al pueblo. Bajé, lo más rápido que pude, del camión frente al cuartel de policía. Expliqué cada detalle al personal de guardia. De inmediato, una ambulancia y una dotación de bomberos me seguían hasta el lugar del accidente…
La mujer no paraba de agradecerme, de agradecer a Dios. Apoyaba sus manos envuelta de aquellas cuentas en su pecho durante todo el viaje.
Llegamos y rápidamente señalé el lugar al equipo de ayuda.
Un grupo de bomberos descendió por el barranco. Unos minutos más tarde, estaban arriba con dos personas, lamentablemente, una persona fallecida… y un bebé que no detenía su llanto.
Cuando volví a mi camión para avisarle a la joven mujer, ella ya no estaba allí. Sobre el asiento solo quedaba aquel rosario. Tardé en comprender, hasta que finalmente pude sonreír: supe que el niño estaría bien.
Al regresar a mi casa, tomé el rosario, lo acerqué a mi pecho, tal como ella lo hacía, y pronuncie una breve oración:
"Gracias simplemente gracias… "
Jorge Kagiagian
Esta historia la escuché por algún lugar; es una de esas que viajan de boca en boca. Por lo que decidí escribirla a mi parecer.
Otra versión de la historia haciendo click aquí.
y una tercera versión aquí.
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