Hoy me visitó un ángel



Hoy me visitó un ángel

Por piedad, se posó de espaldas a mí
y su cuerpo comenzó a girar suavemente,
encandilando todo lo que soy.
Supuse que era mujer por su delicado
y conquistante andar.

Describirla sería siempre una afrenta,
no sólo por la torpeza del lenguaje sino
porque mi fascinación aún perdura.
Solo diré: No podré olvidar su rostro,
se perpetuó como soberana de mis recuerdos más bellos.

Narró mil historias y yo otras mil.
Caminamos durante horas, por paisajes
florecientes de ilusiones.
Quise tomar su mano pero no me atreví.
Sin poder contenerme, pronuncié
las palabras calladas, mis palabras de amor.

Mis manos temblaban torpemente,
no sé cómo, pero la besé y luego se retiró;
mi vista la acompañó hasta el último instante.

Tal vez ella vuelva, es mi más ferviente anhelo.
Ignoro lo que vendrá, no he sabido develarlo.
Pero ¿de qué me serviría conocerlo?
Apenaría mi dicha saber que no es para mí,
que el destino de mis brazos es permanecer
rodeando una dolorosa ausencia.

Tal vez ella sea mi espera alcanzada.
Si así fuese, todo lo que posea,
lo entregaré, porque nada es más hermoso
que el asombro de descubrirlo.

No quiero perder este palpitar.
Escucho sus palabras como notas
musicales entrelazadas,
vibro con su melodía. Tiemblo. Me desespero.
Muero y revivo en cada movimiento.
Mis ojos brillantes revelan mi sentir.
Mis manos siguen temblando.
Estoy envuelto en un maravilloso estupor.

No deseo anticiparme al porvenir,
ni siquiera me interesa pensar o imaginar…
Lo único que me importa
es que hoy me visitó un ángel.

Jorge Kagiagian 




Version interesante 

Hoy me visitó un ángel,
posado de espaldas, su cuerpo girando suavemente,
encantando todo lo que soy.
Supuse que era mujer, por su delicado y conquistante andar.

Pero describirla sería un ultraje,
no solo por la tosquedad del lenguaje,
sino porque mi fascinación aún perdura.
Sólo diré: su rostro es inolvidable,
soberana de mis más hermosos recuerdos.

Narramos mil historias, yo otras mil,
y caminamos durante horas por paisajes
que florecían con ilusión.
Quise tomar su mano, pero no me atreví,
y pronuncié las palabras calladas de mi amor.

Mis manos temblaron torpemente,
no sé cómo, pero la besé,
y luego se retiró; mi vista la siguió hasta el último instante.

Tal vez vuelva, es mi más ferviente anhelo,
ignoro qué vendrá, no he sabido develarlo.
Pero, ¿de qué me serviría conocerlo?
Apenaría mi dicha saber que no es para mí,
que el destino de mis brazos es rodear una dolorosa ausencia.

Pero tal vez ella sea mi espera alcanzada,
y si así fuese, todo lo que poseo
lo entregaré, porque nada es más hermoso
que el asombro de descubrirlo.

No quiero perder este palpitar,
escucho sus palabras como notas
musicales entrelazadas,
vibro con su melodía, tiemblo, me desespero.
Muero y renazco en cada movimiento,
mis ojos brillantes revelan mi sentir.
Mis manos siguen temblando,
estoy envuelto en un maravilloso estupor.

No deseo anticiparme al porvenir,
ni siquiera me interesa pensar o imaginar...
Lo único que me importa es que hoy
me visitó un ángel. 

Versión vieja 
Por piedad, se posó de espaldas a mí
su cuerpo comenzó a girar suavemente
encandilando todo lo que soy.
Supuse que era mujer por su delicado
y conquistante andar.
Describirla sería siempre una afrenta
no sólo por la torpeza del lenguaje sino
porque mi fascinación aún perdura.
Solo diré: No podré olvidar su rostro, se perpetuó
como soberana de mis recuerdos más bellos.

Narró mil historias y yo otras mil.
Caminamos durante muchas horas a través
de paisajes florecientes de ilusiones.
Quise tomar su mano pero no me atreví.
Sin ya poder contenerme, pronuncié
las palabras calladas, mis palabras de amor.
Mis manos temblaban torpemente,
no sé como pero la besé y luego se retiró;
mi vista la acompañó hasta el último instante.

Tal vez, ella vuelva; es mi más ferviente anhelo.
Ignoro lo que vendrá, no he sabido develarlo.
Pero ¿de qué me serviría conocerlo?
Apenaría mi dicha saber que no es para mí,
que el destino de mis brazos es permanecer
rodeando una dolorosa ausencia.
Tal vez, sea ella mi espera alcanzada.
Si así fuere, todo lo que posea,
todo lo que sea lo entregaré...
pero nada es más hermoso
que el asombro de descubrirlo.

No quiero perder este palpitar.
Escucho sus palabras
como notas musicales entrelazadas,
vibro con su melodía. Tiemblo. Me desespero.
Muero y revivo en cada movimiento
Mis ojos brillantes revelan mi sentir.
Mis manos siguen temblando.
Estoy envuelto en un maravilloso estupor.

No deseo anticiparme al porvenir,
ni siquiera me interesa pensar o imaginar…
Lo único que me importa
es que hoy me visitó un ángel.

Jorge Kagiagian (28/07/2010)

La vi de espaldas primero, sin duda, habrá tenido compasión de mí
a medida que giraba su cuerpo encandilaba todo mi ser.
Supuse que era mujer por la delicadeza de su cuerpo y de su conquistante andar.
Describirla seria siempre una afrenta no solo por la torpeza del lenguaje
sino porque mi estupefacción aún perdura.
Solo diré: No podré desprenderme de su sonrisa.
Se perpetuó como soberana en los irises de mis ojos asombrados.

Largos y punzantes gritos he pronunciado hasta lastimar mis cuerdas vocales.
Heridas han dejado de vibrar durante quien sabe cuánto tiempo.
Dirigí la mirada al piso, agraviada por antiguas lágrimas.
Pero mi agonía espasmódica y casi sorda fue escuchada…
Mi alma encontró a la suya.

Narró mil historias; yo otras mil.
Caminamos durante horas
a través de campos florecientes de ilusiones…
Quise tomar su mano… no me atreví.
Sin ya poder contenerme, le dije cuan hermosa era,
cuan diferente y la paz que me transmitía su presencia.
Vergonzosamente, con mis manos temblando, la bese y la deje ir.
Aunque mi extrañar sea grande, así debía ser...
Mis manos seguían temblando.

Quizás la vea nuevamente, mi deseo ferviente así lo quiere
Desconozco el futuro, el supremo creador no me lo ha revelado.
De todos modos ¿de qué me serviría conocerlo?
Quizás amargaría mi paladar saber que no es para mí.
Que el destino de mis brazos
es permanecer rodeando el aire de una dolorosa ausencia.
O tal vez sea ella mi espera alcanzada.
Si así fuere, todo lo que posea, todo lo que yo sea lo entregaré...
pero ansío que al descubrirlo la sorpresa sea inmensa.

No quiero perder este palpitar que hay en mí.
Escucho sus palabras como notas musicales entrelazadas, vibro con su melodía.
Tiemblo. Me desespero. Muero y revivo en cada movimiento
Un solemne estupor me impregna.
Mi manos tiesas y mis ojos brillantes revelan mi sentir, único, esplendido.

No pretendo saber nada del porvenir, ni siquiera que nos depara…
No me interesa pensar o imaginar…
Lo único que me importa es que hoy me visitó un ángel.

Jorge Kagiagian (09/03/09)

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