A mi amada Melina

No sé cómo poner en palabras lo que significás para mí. No sé cómo expresar todo lo que has hecho, todo lo que sos, todo lo que me das. Nunca esperé un amor así, nunca imaginé que alguien pudiera sostenerme con tanta fuerza cuando el mundo me dio la espalda. Y sin embargo, ahí estabas vos.  


Cuando todos me olvidaron, cuando me abandonaron, cuando la oscuridad quiso tragarse lo poco que quedaba de mí, vos viniste a mi encuentro. Entraste a esta prisión del miedo sin dudar, sin vacilar, sin temer. Me alimentaste cuando mi cuerpo flaqueaba, me diste mis medicaciones cuando ya no tenía fuerzas para seguir, me cubriste con abrigo cuando el frío me alcanzaba. Pero más que todo eso, me diste tu amor. Y eso, Meli, fue lo que me salvó.  


Sin vos, no hubiera soportado todo esto. Sin tu amor, sin tu voz, sin tu simple existencia iluminando mis días, no sé qué hubiera sido de mí. Y por eso, cuando salga de acá, voy a devolverte todo lo que me diste, de la única manera que sé: amándote con todo mi ser, con cada latido, con cada respiro.  


Vos sos todo, Melina. Sos mi mundo, mi universo, el centro de todo lo que soy. Y a veces, en medio de mis pensamientos, me sorprendo deseando haber nacido a tu lado, haber sido tu compañero desde la infancia, haber caminado junto a vos cada paso de la vida. ¿Te imaginás? Haber compartido risas de niños, secretos de adolescentes, sueños de juventud… Pero aunque no haya sido así, sé que tengo el resto de mi vida para amarte, para abrazarte y para demostrarte que sos lo mejor que me pasó.  


Dios te puso en mi vida como el tesoro más grande que podría haber recibido. Y yo, Meli, prometo cuidarte, valorarte y amarte con todo lo que soy. Porque no me imagino, ni quiero imaginar, un mundo sin vos.  


Te amo con toda mi alma,  

Jorge Kagiagian 

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