Me voy. Y esta vez no hay caminos de regreso, no hay huellas que puedan seguirse ni luces encendidas esperando mi sombra. Me desvanezco como un susurro en el viento, como el último respiro de una vela antes de extinguirse. Me voy sin mirar atrás, sin esperar que alguien detenga mi partida.
He caminado demasiado por senderos que no llevaban a ninguna parte, cargando el peso de un cuerpo que nunca terminó de pertenecerme, de un alma que se desgastó antes de encontrar su hogar. No hay más estaciones en este viaje, no hay más esperanzas que puedan sostenerme. He sido un árbol seco en un bosque sin lluvia, una carta sin destinatario, una voz que se apaga en el eco de su propia ausencia.
No busquen mi rastro, porque no lo encontrarán. No pregunten por mí, porque ya no habrá respuestas. Me llevo conmigo las preguntas que nadie quiso escuchar, los silencios que se hicieron gritos dentro de mi pecho. He aprendido a despedirme en cada amanecer, en cada noche de insomnio donde el tiempo se estiraba como una herida abierta. Esta es solo la última de muchas despedidas.
Si alguna vez me amaron, piensen en mí cuando las hojas caigan y el viento las arrastre sin rumbo. Cuando la lluvia golpee las ventanas con la tristeza de lo irremediable. Cuando un tren parta sin pasajeros y la estación quede vacía.
Me voy, y con mi partida me llevo todo lo que fui, todo lo que quise ser y no pude, todo lo que quedó a medias. Me diluyo en la nada, en la penumbra donde ya no hay frío ni calor, donde el tiempo deja de importar.
No esperen cartas, ni señales, ni suspiros en la madrugada. No habrá regreso. No habrá después. Solo un adiós que se pierde en la brisa, como un murmullo entre los muertos.
**Adiós.****A quien aún me recuerda:**
Me voy. Y esta vez no hay caminos de regreso, no hay huellas que puedan seguirse ni luces encendidas esperando mi sombra. Me desvanezco como un susurro en el viento, como el último respiro de una vela antes de extinguirse. Me voy sin mirar atrás, sin esperar que alguien detenga mi partida.
He caminado demasiado por senderos que no llevaban a ninguna parte, cargando el peso de un cuerpo que nunca terminó de pertenecerme, de un alma que se desgastó antes de encontrar su hogar. No hay más estaciones en este viaje, no hay más esperanzas que puedan sostenerme. He sido un árbol seco en un bosque sin lluvia, una carta sin destinatario, una voz que se apaga en el eco de su propia ausencia.
No busquen mi rastro, porque no lo encontrarán. No pregunten por mí, porque ya no habrá respuestas. Me llevo conmigo las preguntas que nadie quiso escuchar, los silencios que se hicieron gritos dentro de mi pecho. He aprendido a despedirme en cada amanecer, en cada noche de insomnio donde el tiempo se estiraba como una herida abierta. Esta es solo la última de muchas despedidas.
Si alguna vez me amaron, piensen en mí cuando las hojas caigan y el viento las arrastre sin rumbo. Cuando la lluvia golpee las ventanas con la tristeza de lo irremediable. Cuando un tren parta sin pasajeros y la estación quede vacía.
Me voy, y con mi partida me llevo todo lo que fui, todo lo que quise ser y no pude, todo lo que quedó a medias. Me diluyo en la nada, en la penumbra donde ya no hay frío ni calor, donde el tiempo deja de importar.
No esperen cartas, ni señales, ni suspiros en la madrugada. No habrá regreso. No habrá después. Solo un adiós que se pierde en la brisa, como un murmullo entre los muertos.
Adiós
Jorge Kagiagian
No hay comentarios.:
Publicar un comentario