Un suspiro de vida

La sala de parto era una cápsula de luz blanca e implacable, donde el tiempo parecía suspendido, rendido ante la importancia del momento. Las máquinas emitían los pitidos rítmicos típicos, y los instrumentos quirúrgicos brillaban bajo los reflectores. El aire estaba saturado de un olor antiséptico que invadía cada rincón, envolviéndolo todo en una atmósfera estéril y sagrada. Allí, inmóvil junto a la camilla, estaba él.  

El hombre no se atrevía a moverse, como si un solo paso pudiera romper el frágil equilibrio que sostenía aquella escena. Frente a él, su esposa con los ojos entrecerrados, el rostro cubierto de un sudor perlado que reflejaba la luz. A pesar de su agotamiento, había en ella una belleza serena, una fortaleza que parecía desafiar el dolor y la fatiga. Había sostenido su mano mientras los gritos de ella llenaban la sala, y aunque intentó transmitirle fuerza, aquellos ecos aún resonaban en su interior.  

Y allí estaba. El bebé. Su bebé.  

El diminuto cuerpo envuelto en una manta, como si la vida apenas hubiera decidido posarse sobre él. Sus pequeñas manos, que parecían moverse como si buscaran descubrir el mundo, lo hipnotizaron. Notó las uñas, perfectas, como si alguien las hubiera tallado con infinita paciencia. Su piel, rosada y translúcida... casi irreal.

Observó su rostro. Los ojos permanecían cerrados, parecían imaginar sueños nunca soñados. Las pestañas, finas, daban la sensación de haber sido sutilmente pintadas en su cara, proyectaban sombras ligeras sobre las mejillas. Su boca, pequeña y entreabierta, se movía en un gesto instintivo, buscando el alimento de su madre. Notó cómo las respiraciones, tan breves y rápidas, parecían anunciar la fragilidad y la promesa de ese cuerpo nuevo.  

"Este es mi hijo," pensó, y el peso de esas palabras lo envolvió como un manto. Este pequeño ser no era solo una persona; era un espejo de todo lo que había amado, de todo lo que había temido y de todo lo que ahora debía ser.  

Incapaz de resistir la necesidad de tocarlo. Su dedo rozaba la mano diminuta, y el bebé, como si entendiera, cerraba sus dedos alrededor de él. Fue un apretón leve, casi imperceptible, pero en ese gesto sintió una conexión profunda.  

Cientos de preguntas surgieron vertiginosas. "¿Qué verás en el mundo, pequeño? ¿Cómo lo sentirás? ¿Seré lo suficientemente fuerte para protegerte, para guiarte cuando el camino se vuelva incierto? ¿Podré darte todo lo que yo no tuve? ¿Podré ser el hombre que mi padre soñó ser para mí?"

El llanto del recién nacido rompía el silencio. Un sonido puro, primigenio, un grito de vida que le atravesaba el pecho como un rayo, un vértigo imposible de describir. Las lágrimas de sus ojos, ardientes y silenciosas. Otra pregunta lo golpeó con una intensidad desconocida, una que resumía todas las demás: "¿Seré suficiente para ti?"  

Allí, exhausta, su esposa. La mujer que había cambiado su vida en formas que jamás imaginó. Recordó la primera vez que la vio, con el cabello desordenado y una sonrisa que parecía esconder secretos. Recordó las noches de discusiones y reconciliaciones, los abrazos desesperados y las promesas silenciosas: caminar juntos, sin importar los obstáculos. Ahora, ese bebé era el fruto de su historia, la prueba viviente de un amor que había resistido las adversidades.  

Allí estaba su hijo, su pequeña eternidad. Y allí, también, estaba él, un hombre colmado de dudas y miedos, pero también de amor infinito.

Sentía el calor que emanaba del pequeño cuerpo. El peso del bebé era apenas perceptible, pero en ese cuerpo diminuto cargaba el peso de todos los sueños, de todas las esperanzas. Su hijo no era solo un recién nacido: era un mundo en sí mismo, un universo de posibilidades que acababa de abrirse ante él.

Por primera vez, entendía que todo lo que importa en la vida cabe en una escena, en un instante suspendido.  

El tiempo comenzó a moverse de nuevo, pero para él, ese instante permanecería intacto: una eternidad encapsulada en el primer llanto de su hijo, donde dejaba de ser quien era para transformarse en padre.

Jorge Kagiagian  



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