Alabado seas, Padre eterno,
Señor Jesús, mi Rey y Salvador,
en esta oscuridad que me abraza,
en la que la injusticia me aprisiona,
donde la verdad se esconde en sombras,
y el abismo toma forma en tinieblas.
Te entrego mi corazón roto,
postrado ante tu infinita misericordia,
Tú que conoces la verdad negada,
sé mi juez, mi refugio, mi esperanza.
Aboga por mí, oh Señor santísimo.
Perdona a quienes me han condenado,
aunque sus mentiras hayan desgarrado mi ser,
porque sé que tu amor es más grande
que el mal que en el infierno arde.
Concédeme la fuerza para soportar el dolor,
y la paz para enfrentar el mañana,
sabiendo que tu justicia prevalecerá
más allá de este mundo y su pena.
Aunque prisionero, mi alma busca
la libertad que solo en ti hallo.
Lléname de tu luz, Señor,
y haz que recuerde, en este valle de lágrimas,
que no estoy solo, que Tú eres el Padre de todo,
mi guía, y siempre caminas a mi lado.
Amén.
Jorge Kagiagian
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