Feminismo: cuando una victoria pierde la guerra

 


Cómo el aborto legal fue el último grito antes del silencio

Durante años, el feminismo fue uno de los movimientos más ruidosos, influyentes y disruptivos de la política moderna. Su capacidad de movilización, su presencia en los medios y su dominio sobre la narrativa pública eran innegables. Su lucha más potente, su carta más fuerte, era la legalización del aborto. Pero tras conseguir esa victoria, el movimiento no se fortaleció… se debilitó. Lo que parecía una cima histórica fue, en realidad, el inicio de su caída estratégica.

La carta que no se debía jugar

La lucha por el aborto legal era la gran herramienta de presión, la carta que podía poner en jaque al sistema. Era una causa que agitaba multitudes, dividía la opinión pública y obligaba a los políticos a posicionarse. Todo el movimiento feminista se organizaba en torno a ese reclamo, dándole cohesión, fuerza y visibilidad.

Al conseguir esa victoria, el feminismo perdió su mayor carta de negociación. Ya no había un reclamo central capaz de unir todas las voces ni de mantener en vilo a la opinión pública. Lo que vino después fueron demandas más fragmentadas, menos urgentes, más banales ante los ojos de la sociedad. El feminismo ganó la batalla más grande… y quedó sin agenda.

El silencio mediático y la pérdida de protagonismo

Una vez logrado el objetivo, los medios dejaron de mirar. Sin una causa tan divisiva como el aborto, las cámaras se apagaron. Lo que antes era central pasó a ocupar lugares marginales en la agenda. Los nuevos reclamos —aunque legítimos— no tienen el mismo poder de convocatoria ni de confrontación. El movimiento perdió el oído de la sociedad. Perdió el espectáculo. Y, con ello, parte esencial de su poder.

Sin financiamiento, sin estructura

Gran parte de la fuerza del feminismo venía del financiamiento internacional y local, especialmente a través de ONGs, fundaciones y, sobre todo, clínicas abortivas. Mientras el aborto era ilegal, la lucha por su legalización justificaba campañas, recursos, subsidios, lobbies, viajes, eventos, materiales, capacitaciones.

Pero una vez legalizado, esa fuente de dinero se agotó o cambió de destino. Ya no había un “negocio” pendiente. Las clínicas lograron su objetivo, y el incentivo económico para sostener la lucha desapareció. Lo que quedó fue una estructura debilitada, sin recursos ni respaldo para sostener el mismo nivel de activismo.

El vacío de liderazgo

Otro golpe devastador fue la cooptación de las líderes feministas. Muchas de las referentes que antes encabezaban marchas, denunciaban injusticias y agitaban desde las bases, hoy ocupan puestos en el Estado, consultoras privadas, ONGs internacionales o medios aliados. Se integraron al sistema que antes criticaban. Y al hacerlo, dejaron vacante el liderazgo del movimiento.

El resultado fue una base militante acefala, desorganizada, desorientada. Sin voces fuertes ni dirección clara, el feminismo perdió coherencia, capacidad de reacción y potencia simbólica. Las mujeres que antes seguían a sus líderes ahora encuentran solo fragmentación, internas y discursos repetidos sin rumbo.

La verdadera discusión nunca fue moral

Y quizás el punto más crudo de todo esto es entender que la discusión por el aborto legal nunca fue, en el fondo, una cuestión ética. Ni sobre el dolor, ni sobre el inicio de la vida, ni sobre la libertad del cuerpo. Todo eso fue la capa superficial. Lo visible. Lo emotivo. Lo útil para dividir a la sociedad y movilizar masas.

La verdadera discusión fue económica. Fue una negociación sobre cómo repartir el dinero que generaría la legalización del aborto. Medicamentos, infraestructura, subsidios, clínicas privadas, campañas... Todo ese andamiaje fue construido mientras la gente discutía moral, biología y religión.

Fue un espectáculo cuidadosamente montado. Una división emocional de la sociedad para poder cerrar, por detrás, un negocio millonario. Y cuando ese negocio se aseguró, el debate se disolvió como un teatro que baja el telón tras la última función.

Conclusión

El feminismo no cayó por represión ni por falta de apoyo social. Cayó porque su gran causa fue absorbida por el sistema, porque sus líderes se integraron al poder, porque el dinero que lo sostenía ya no lo necesita, y porque jugó su carta más fuerte sin prepararse para el después.

Hoy sobrevive como un eco. Fragmentado, desfinanciado, sin referentes y sin una causa movilizadora que lo devuelva al centro del escenario. Porque a veces, ganar una batalla puede ser la manera más efectiva de perder una guerra.


Jorge Kagiagian


Me gustaría agregar algo. El feminismo ha sido muy visto en general x la sociedad. Sobre todo el radical que ha lanzado lemas de odio contra todos. Ahora que el grupo feminista ha desaparecido muchas mujeres se quieren alejar de ser vistas como feministas. Lo que calla los reclamos. Y las pocas mujeres q se señalan de feministas son mal vistas y por ende ignoradas o marcadas como hazme reír



Agregar que es el fin del feminismo actual... Surgira una nueva corriente ?

No creo que surja sin una nueva bandera política ...


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