Entrelazamiento cuántico y agujeros de gusano: el punto cero como matriz del universo

Introducción

La física contemporánea nos ha enfrentado con fenómenos que rozan lo metafísico: el entrelazamiento cuántico, que une partículas separadas por vastas distancias como si compartieran un lazo invisible; y los agujeros de gusano, túneles teóricos capaces de conectar regiones remotas del espacio-tiempo. Aunque suelen tratarse como misterios separados, este ensayo propone una visión unificadora: ambos podrían ser manifestaciones de una misma estructura originaria, nacida de un punto de “nada” desde el cual todo emergió.

1. La nada como origen dinámico

Contrario a la idea clásica de la nada como ausencia absoluta, aquí se propone una visión diferente: la nada como un vacío potencial, inestable, fértil en su silencio. Un estado sin tiempo, sin espacio, pero con una latente posibilidad de ser. En este marco, el universo no surge de la plenitud, sino de una tensión dentro de la inexistencia misma. Esa tensión colapsa en un punto: el punto cero, una singularidad sin dimensiones, desde donde brota todo lo que es.

Este punto no es una coordenada más: es el principio fundacional. Es la matriz. No tiene extensión ni duración, pero guarda el poder de contenerlo todo.

2. El universo como un cono invertido

Para visualizar esta estructura, imaginemos un cono invertido:

  • El vértice inferior, infinitesimal, es el punto cero.
  • La base curva y superior representa la expansión del universo, el espacio-tiempo desplegándose en todas direcciones.

Este cono no es común: está construido de tal modo que la distancia desde cualquier punto de la superficie al punto cero es siempre la misma. Desde cualquier lugar del universo puede “descenderse” hasta el origen, y emerger en otro sitio.

Pero lo crucial es esto: el movimiento sobre la superficie encuentra resistencia (gravedad, fricción, tiempo). En cambio, el descenso y ascenso por el cono evita esa resistencia. Aunque el trayecto sea más largo geométricamente, la ausencia de oposición permite un tránsito casi instantáneo. Así, se establece un modo de viajar “más rápido que la luz” sin violar sus leyes: no recorriendo el camino, sino esquivándolo.

3. El entrelazamiento cuántico como eco del punto cero

En el entrelazamiento cuántico, dos partículas separadas reaccionan como si fueran una sola. Su comportamiento parece desafiar la lógica clásica: ¿cómo puede una partícula “saber” lo que le ocurre a su compañera, sin enviarle información?

Desde esta visión, la respuesta es sencilla: nunca dejaron de estar unidas.

Ambas partículas, como todo lo que existe, comparten un mismo origen en el punto cero. Esa conexión no desaparece, solo se oculta bajo el tejido del espacio-tiempo. Es como si aún estuvieran tocándose por debajo del universo visible, a través de un nivel más profundo de realidad.

El entrelazamiento no es magia ni paradoja: es memoria del origen común.

4. Agujeros de gusano: caminos hacia la matriz

Los agujeros de gusano han sido imaginados como túneles que conectan dos puntos lejanos del universo. Pero ¿y si no unieran “dos” lugares, sino que fueran dos accesos al mismo punto central?

En vez de pensar en una red horizontal de conexiones, imaginemos que todos los agujeros de gusano convergen en el punto cero. Son accesos distintos a la misma matriz. Al ingresar por uno, no se viaja de un lugar a otro, sino hacia el origen y luego de regreso a otro punto. El agujero no conecta puntos distantes: conecta cada cosa con su raíz común.

5. La ilusión de la separación

Bajo esta geometría sagrada, la separación es solo superficial. Todo lo que existe —materia, energía, conciencia— está unido en su origen. El punto cero sigue presente, no como una reliquia del pasado, sino como una dimensión subyacente y activa que sostiene el entramado universal.

Cada átomo y cada pensamiento conserva el eco de ese centro. No hay distancia real entre dos cosas que comparten el mismo principio.

Así, el universo se revela como un campo entrelazado, una unidad disfrazada de multiplicidad. El punto cero es la raíz común, el nexo silencioso, el corazón oculto del todo.

Conclusión

La física cuántica y la cosmología, aunque disfrazadas de ciencia dura, comienzan a rozar las verdades más antiguas del pensamiento filosófico: todo está conectado.

El entrelazamiento cuántico y los agujeros de gusano no son anomalías ni excepciones. Son ventanas. Muestran que bajo la superficie del universo visible hay una estructura más profunda, donde el tiempo, la distancia y la individualidad pierden sentido.

El punto cero no solo dio origen al universo.
Sigue latiendo en su interior.
Es el núcleo del cual todo brotó… y hacia el cual, tal vez, todo pueda regresar.


Jorge Kagiagian 

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