La Odisea de Ulises. Prosa


Ulises enseñaba estrategia. En el aula, hablaba de batallas, de héroes que vencían sin levantar una espada. "La inteligencia es el arma más letal", repetía a sus alumnos. Pero en casa, Ulises estaba roto.

Su hermano había muerto. Rápido, absurdo, sin explicaciones. Como un relámpago que parte un árbol sin previo aviso. El duelo lo dejó hueco. Ni la rabia ni la tristeza acudieron a él. Solo el silencio.

Pasaron semanas. Una noche, mientras miraba el techo, notó una grieta. Pequeña, insignificante. Pero cada día parecía crecer. Una madrugada, al abrir los ojos, la grieta ya no estaba en el techo. Estaba en el cielo. Y por ella se filtraba el mar.

El cuarto se llenó de espuma y viento salado. La cama se inclinó, transformándose en una cubierta de madera. Ulises estaba en un barco. Frente a él, un hombre de mirada acerada le tendía la mano.

—Levántate —dijo el desconocido.

Ulises reconoció el rostro. Odiseo. El viajero eterno, el que sobrevivió a dioses y tempestades.

—No puedo —respondió Ulises—. No hay nada a lo que volver.

Odiseo sonrió con la sabiduría de quien ha vencido la desesperanza.

—Troya ardió. Perdí hombres, amigos. Pasé años bajo cielos que no eran el mío. Pero nunca dejé de remar. No porque creyera en el destino, sino porque el mundo pertenece a quienes convierten la pérdida en estrategia.

El barco tembló. Ulises sintió el vaivén del océano bajo sus pies, aunque su cuerpo seguía en su habitación. Miró su reflejo en el agua. No era un hombre vencido. Era alguien que podía decidir.

Entonces, despertó.

La grieta seguía allí, en el techo. Pero ahora no era una amenaza, sino un mapa. Una marca del lugar donde había estado y de lo que había aprendido. Se incorporó con lentitud, como quien regresa de una guerra interna.

Se puso en pie y caminó hasta la puerta. Afuera, el mundo seguía igual. Pero dentro de él, algo había cambiado. El mundo creía que estaba vencido. Pero él ya había trazado su regreso.

Y esta vez, la batalla sería suya.

Jorge Kagiagian 

Dedicado a Ulises P.

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