La génesis del universo: expansión desde el punto cero

La génesis del universo: expansión desde el punto cero

En lugar de imaginar el universo como algo que se expande desde un punto inicial estirando su contenido como un globo inflado, podemos reformular esta visión desde una analogía mucho más física e intuitiva: el universo no se estira, se crea. No es que el espacio existente se expanda, sino que se genera nuevo espacio desde un punto de origen absoluto: el punto cero.

Este punto cero, concebido como el vértice inferior de un cono invertido, representa el instante de génesis de la realidad. Desde allí no solo surgió todo lo que existe, sino que continúa emanando espacio-tiempo, haciendo crecer la base del cono como si fuera una superficie curva que se amplía lentamente desde su centro. Cada nueva porción de espacio es como una nueva "baldosa" que se agrega al suelo del universo.

Pero el espacio vacío no está realmente vacío: está lleno por un espacio-tiempo fluido de densidad variable, que actúa como un líquido viscoso —imaginemos miel o melaza— que llena cada rincón disponible. Al generarse nueva superficie en la base del cono, este fluido debe redistribuirse para ocupar el nuevo lugar.

La analogía más clara es la de dos recipientes conectados por una compuerta. Al abrirse la compuerta (es decir, al crearse espacio nuevo), el líquido fluye lentamente de un lado al otro hasta equilibrarse. Este movimiento es lento tanto por la densidad del fluido como por la velocidad a la que se genera nuevo espacio. Así, el universo no se estira: se rellena.

Este fenómeno es lo que percibimos como energía oscura. No es una fuerza que empuja las galaxias hacia afuera, sino el efecto emergente del espacio-tiempo fluido que se redistribuye para ocupar el lugar creado por el punto cero. La separación creciente entre galaxias no es el resultado de un empuje, sino de un lento desplazamiento del lecho donde flotan.

Esta visión redefine la expansión cósmica: el universo no es un globo inflado desde dentro, sino un recipiente de superficie creciente que se llena constantemente desde su núcleo. Y ese núcleo, el punto cero, sigue latiendo en el corazón invisible de todo lo que existe.

Jorge Kagiagian 

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