La hipótesis del espacio-tiempo de densidad variable permite una comprensión profunda y elegante del universo sin necesidad de dimensiones adicionales más allá de las que ya conocemos: largo, ancho, alto y tiempo. En lugar de recurrir a realidades ocultas o espacios extradimensionales, esta propuesta se basa en una idea poderosa y visualmente simple: la nada no es una entidad única, sino una pluralidad de “nadas” con diferentes grados de evolución, estabilidad y potencialidad.
Imaginemos una jarra de vidrio transparente. Dentro de ella vertemos aceite, agua, miel y mercurio. Cada uno de estos líquidos, por su densidad, se organiza en capas. No necesitan compartimentos distintos ni dimensiones extras para ocupar su lugar: simplemente se acomodan dentro del mismo espacio, formando un sistema de capas flotantes. Esa jarra representa el espacio-tiempo que habitamos. Las capas, en cambio, representan distintos estados o tipos de “nada”, o más precisamente, distintos niveles de fluctuación y densidad en la estructura fundamental del vacío.
Estas capas no son estáticas. Al más mínimo movimiento —una vibración, una fluctuación o una interacción— se mezclan temporalmente. Una capa más densa puede penetrar en otra más liviana, generando una suerte de emulsión. Y es allí, en ese punto de inestabilidad entre capas, donde podría originarse lo que percibimos como masa. Lo que llamamos materia no sería más que el resultado emergente de una interacción momentánea, un entrelazamiento fugaz pero estable entre distintas capas del vacío fluctuante.
Los Campos como Manifestaciones de las Capas
En esta hipótesis, los campos no son entes separados, sino expresiones de la organización de estas capas. Cada campo sería una forma diferente en que la nada ha logrado organizarse, vibrar o distribuir su energía. Pero en el fondo, todos están compuestos de lo mismo: las fluctuaciones de la nada. Las diferencias entre los campos —gravitacional, electromagnético, débil, fuerte— serían, entonces, simples variaciones en cantidad, densidad, intensidad o forma de distribución de esa misma sustancia primordial.
Cuerdas, Branas y Anclajes
Llevando esta visión un paso más allá, es razonable pensar que, en el contacto entre capas, no solo se produce materia sino también estructuras más complejas como cuerdas y branas. Estas entidades, que en otras teorías requieren múltiples dimensiones para existir, aquí pueden ser entendidas como patrones de vibración o tensión anclados entre capas de distinta densidad. Tal como un hilo que se tensa entre dos capas de líquido de diferente viscosidad en una emulsión, las cuerdas estarían “ancladas” entre nadas con distintas propiedades, vibrando y generando a través de esa vibración las partículas elementales y sus comportamientos.
Diferentes Tipos de Nada
No toda la nada es igual. Algunas nadas aún no han alcanzado la estabilidad suficiente para formar una realidad. Otras ya lo han hecho, generando regiones de vacío cuántico equilibrado. Cuando estas nadas interactúan —al chocar, al mezclarse o al intentar absorberse mutuamente— producen nuevas combinaciones. Algunas fallan en estabilizarse y colapsan, otras logran un equilibrio fugaz que luego da lugar a realidades más complejas. Esos choques y equilibrios forman el motor último de la creación.
En este modelo, la realidad no surge de un diseño exterior ni de una dimensión oculta, sino de un juego sutil de fluctuaciones, densidades y tensiones internas a un vacío que ya no es la ausencia de todo, sino una nada activa, plural y dinámica.
Ese frasco de nadas es lo que llamamos espacio tiempo más el vacío cuántico más los campos
Conclusión
Esta hipótesis es, en esencia, una forma de ver el universo como una danza de capas de nada, en interacción constante. Una danza que, sin necesidad de dimensiones extras, logra explicar campos, cuerdas, materia y vacío cuántico desde una raíz común: la nada fluctuante. El universo, entonces, sería una emulsión inestable de potencialidades, vibraciones y encuentros improbables... donde incluso la masa es apenas un breve destello de equilibrio en una piscina infinita de vacío vivo.
Jorge Kagiagian
No hay comentarios.:
Publicar un comentario