La Gran Deriva

# **La Gran Deriva**  

## **Prólogo**  

Cuando el primer navío gravitacional surcó el océano del espacio-tiempo, la humanidad dejó de ser una especie confinada por su propia relatividad. Ya no viajábamos empujados por el fuego y la inercia, sino que nos deslizábamos sobre las olas invisibles de la densidad cósmica.  

Pero la gran deriva tenía sus riesgos.  

El espacio no era uniforme; era un mar turbulento, un fluido de densidad variable donde los vientos gravitacionales soplaban con fuerza y las mareas de curvatura podían hundir hasta el más robusto de los cruceros estelares.  

Y en algún punto de ese vasto océano, algo nos estaba esperando.  

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## **Capítulo 1: Los Pioneros del Mar Oscuro**  

El *Hermes IV* flotaba en la nada, sus velas gravitacionales desplegadas como las de un antiguo galeón. No llevaba motores de fusión ni reactores nucleares. En su lugar, una matriz de condensadores cuánticos modulaba la densidad del espacio-tiempo a su alrededor, permitiéndole surfear sobre las ondas gravitacionales que recorrían el universo.  

El capitán Rahman observaba el mapa de densidad proyectado en la holopantalla de la nave. Como un cartógrafo del cosmos, trazaba rutas a través de ríos invisibles donde la luz misma cambiaba su velocidad.  

—Estamos entrando en la corriente Eddington-Horizon —dijo su navegante, Lian Tse—. Aquí la densidad fluctúa en ciclos de baja y alta presión. Si atrapamos la ola correcta, podríamos duplicar nuestra velocidad sin gastar más energía.  

Rahman asintió. Esa era la magia de los viajes en el espacio fluido: en lugar de pelear contra la gravedad, se deslizaban sobre ella.  

—Ajusta la modulación del casco —ordenó—. Quiero que nos sintonices con la frecuencia de la próxima onda.  

Las velas gravitacionales del *Hermes IV* se ondularon como un banco de medusas en el océano. La nave comenzó a acelerar sin necesidad de combustión.  

Todo iba bien.  

Hasta que la tormenta los alcanzó.  

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## **Capítulo 2: El Remolino de Densidad Cero**  

Una anomalía se desplegó en sus sensores. No era un agujero negro ni una singularidad, sino algo aún más extraño: un vórtice de densidad mínima, un lugar donde el tejido del espacio-tiempo se volvía tan tenue que la luz misma parecía perder su coherencia.  

Era un remolino gravitacional, una región donde la velocidad de la luz aumentaba exponencialmente, distorsionando el flujo del tiempo y el espacio.  

—¡Nos está succionando! —gritó Lian.  

El *Hermes IV* empezó a inclinarse, como un barco atrapado en la espiral de un torbellino. Rahman sintió un vértigo imposible: el tiempo dentro de la nave se estaba acelerando con respecto al exterior. Sus mentes funcionaban más rápido, pero el universo afuera se volvía lento.  

—¡Redirige la presión del casco! —ordenó Rahman—. ¡Tenemos que encontrar una onda gravitacional que nos saque de aquí!  

Pero no había olas que surfear. Solo el abismo.  

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## **Capítulo 3: Los Náufragos del Futuro**  

Cuando lograron escapar, el universo había cambiado.  

Las estrellas que conocían ya no estaban en sus posiciones originales. Habían pasado mil años en un instante.  

El *Hermes IV* era ahora una reliquia de una era perdida. La civilización que los envió ya no existía. Y el espacio, antes familiar, estaba infestado de estructuras que no reconocían.  

Entonces recibieron la señal.  

Era un pulso gravitacional, codificado en la modulación de la densidad del espacio-tiempo. No provenía de ninguna civilización conocida.  

Sino de otra nave, atrapada como ellos, en algún punto lejano de la gran deriva.  

Una nave que llevaba siglos esperando ser rescatada.  

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## **Epílogo: El Mar es Infinito**  

El *Hermes IV* ajustó su rumbo.  

Los viajes en el océano cósmico apenas habían comenzado.  

Y lo que les esperaba más allá del horizonte de densidad mínima… aún estaba por descubrirse.

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