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**Un análisis crítico del lenguaje inclusivo en la lengua española**
**Introducción**
La cuestión del lenguaje inclusivo ha adquirido relevancia en los últimos años, impulsada por movimientos sociales que buscan visibilizar y reconocer las identidades de género no binarias. En este contexto, el lenguaje se presenta como una herramienta poderosa para la inclusión, ya que tiene la capacidad de moldear la percepción de la realidad y las relaciones sociales. Sin embargo, la propuesta de modificar la gramática y la morfología del idioma español para hacerla "inclusiva" ha generado un debate intenso. Este ensayo tiene como objetivo analizar las implicaciones lingüísticas, sociales y comunicativas del lenguaje inclusivo, con un enfoque crítico que refuerce las preocupaciones sobre su efectividad y viabilidad. A través de este análisis, se argumentará que el lenguaje español ya cuenta con recursos suficientes para ser inclusivo sin necesidad de recurrir a modificaciones innecesarias que alteren su estructura y fluidez.
**El lenguaje inclusivo: un fenómeno forzado y artificial**
El lenguaje inclusivo propuesto principalmente por el uso de la letra "e" en lugar de las terminaciones tradicionales masculinas y femeninas, como en *todes* en lugar de *todos* o *amigues* en lugar de *amigos*, ha sido considerado por muchos como un avance en la lucha por la igualdad de género y la visibilidad de las identidades no binarias. Sin embargo, desde una perspectiva lingüística, estas modificaciones no solo carecen de fundamento gramatical sólido, sino que también resultan en un uso artificial del idioma.
En primer lugar, el español, como lengua romance, tiene una estructura fonética que favorece la fluidez y armonía de sus sonidos, fundamentalmente a través de las vocales. Modificar las terminaciones de las palabras, introduciendo una vocal "e" que no sigue las reglas de concordancia gramatical tradicionales, interrumpe la naturalidad de la lengua. El cambio propuesto, lejos de enriquecer el idioma, lo hace más rígido y forzado, lo que dificulta la comunicación. Este fenómeno puede entenderse como una especie de *geringoso*, un lenguaje infantil y distorsionado que altera las palabras para generar un efecto sonoro peculiar, pero que carece de la claridad y precisión que caracterizan al idioma español.
Por ejemplo, al utilizar *todes* en lugar de *todos*, se crea una palabra que no solo suena extraña, sino que también puede resultar incomprensible para muchas personas, especialmente aquellas que no están familiarizadas con estas formas de hablar. De la misma manera, palabras como *amigues* en lugar de *amigos* o *amigas* introducen una alteración innecesaria en la estructura de la palabra, lo que puede generar confusión tanto en la pronunciación como en la comprensión del mensaje. Esto plantea una contradicción fundamental: el objetivo de hacer el lenguaje más inclusivo se ve contrarrestado por el hecho de que estas modificaciones dificultan la accesibilidad del idioma y complican la comunicación efectiva.
**El caso del término "grupe" y su impacto en la comunicación**
Uno de los ejemplos más llamativos del uso del lenguaje inclusivo en su forma más extrema es el término *grupe*, una alteración de *grupo* que ha surgido como parte de la propuesta de lenguaje inclusivo. Si se aplicara esta forma al sustantivo *grupo*, el resultado sería una palabra que no solo carece de un fundamento gramatical sólido, sino que también suena innecesariamente compleja y artificial. El término *grupe* no respeta las estructuras fonéticas naturales del español y crea una disonancia con el resto de la lengua.
El caso de *grupe* ilustra cómo el lenguaje inclusivo puede llevar a la creación de palabras que no solo suenan extrañas, sino que también carecen de una función comunicativa clara. En lugar de simplificar y hacer más accesible el idioma, este tipo de modificaciones lo vuelven más complicado y menos efectivo. A medida que más términos del español se alteran para adaptarse a esta lógica inclusiva, el idioma se convierte en un conjunto de palabras artificiales que dificultan la comprensión y la fluidez en la comunicación cotidiana. Además, al tratarse de modificaciones innecesarias, estas alteraciones no solo afectan la claridad del mensaje, sino que también crean una barrera lingüística, en lugar de reducirla.
**La posibilidad de fragmentación en el lenguaje inclusivo**
Uno de los riesgos más graves del lenguaje inclusivo es la posibilidad de que diferentes grupos dentro de la comunidad no binaria, o de aquellos que buscan una mayor visibilidad, opten por otras terminaciones o vocales diferentes para expresar su identidad. Aunque la propuesta más común es el uso de la *e*, no se puede descartar que otros grupos prefieran otras vocales, como la *i* o la *u*, creando nuevas formas de inclusión que aún fragmentarían más el idioma.
Por ejemplo, en lugar de usar *todes* o *amigues*, podría haber grupos que prefieran usar *todi* o *todiu*, y esto generaría aún más confusión en la comprensión y pronunciación del idioma. Este tipo de fragmentación multiplicaría las variantes del lenguaje inclusivo, lo que dificultaría aún más la comunicación efectiva, ya que los hablantes tendrían que adaptarse a una variedad de formas inclusivas, muchas de las cuales no serían universalmente comprendidas.
Al aceptar modificaciones en el lenguaje para hacer espacio a cada grupo que se sienta excluido, el idioma se fragmentaría en un sinnúmero de nuevas terminaciones que no solo son innecesarias, sino que también podrían crear un sistema inclusivo incoherente y confuso. Esto podría llevar a que el idioma se vuelva cada vez más difícil de entender, no solo por su complejidad estructural, sino también por la diversidad de formas que surgirían sin una norma unificada.
**La inclusión está garantizada en el castellano: la lengua ya es inclusiva**
El idioma español ya tiene recursos suficientes para ser inclusivo sin necesidad de recurrir a modificaciones artificiales y complicadas. El uso de palabras neutras, como *persona*, *seres humanos*, *individuos* o incluso *gente*, garantiza la inclusión de todas las identidades, ya que no establece distinciones de género. De hecho, el lenguaje castellano es tan versátil que puede adaptarse a diversos contextos sin la necesidad de introducir nuevos elementos gramaticales.
La inclusión de personas no binarias, así como el reconocimiento de sus identidades, no requiere que el idioma se altere de manera forzada. Lo que realmente se necesita es una mayor sensibilización para comprender que, más allá del género gramatical, todos somos seres humanos y merecemos ser respetados y reconocidos. El lenguaje debe servir como un puente para la comprensión, no como un obstáculo.
**Conclusión**
El debate sobre el lenguaje inclusivo no debe centrarse en la necesidad de transformar profundamente la gramática y la fonología de un idioma que ya es capaz de incluir a todos sus hablantes, sino en cómo podemos utilizar los recursos lingüísticos existentes para crear una sociedad más inclusiva. Si bien el lenguaje tiene un papel fundamental en la construcción de las identidades sociales, las alteraciones artificiales, como el uso generalizado de la *e* en lugar de *o* y *a*, no contribuyen a la claridad ni a la accesibilidad del idioma. En lugar de complejizar innecesariamente el lenguaje, deberíamos centrarnos en promover una mayor empatía y comprensión para que todas las personas, independientemente de su identidad, puedan sentirse incluidas sin recurrir a modificaciones que podrían terminar fragmentando la comunicación.
La lengua española ya ofrece una gran versatilidad para adaptarse a los desafíos sociales sin necesidad de modificar su estructura fundamental. La verdadera inclusión en el lenguaje debe buscarse en el respeto mutuo y en el reconocimiento de la humanidad de todos, sin depender de cambios innecesarios que compliquen la comunicación.
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