Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, dos de los más grandes nombres de la literatura en español, no eran argentinos. Ni su lugar de nacimiento ni su vida adulta ni siquiera su relación con el país que supuestamente los vio nacer y formar como escritores les otorgan, en términos estrictos, la etiqueta de "argentinos". La admiración que ambos recibieron por parte de la crítica y el público en el ámbito internacional no puede hacer desaparecer la verdad incómoda: su vínculo con Argentina era, cuando mucho, superficial, distante y, en muchos casos, incluso hostil.
La Relación con Argentina: Lejana y Rechazada
Primero, empecemos con lo obvio: ninguno de los dos pasó su vida en Argentina. Borges, a pesar de haber nacido en Buenos Aires, vivió la mayor parte de su vida en Ginebra y París, ciudades que marcaron su intelecto cosmopolita y su desprecio por la cultura y política nacional. A lo largo de su carrera, Borges mostró una clara indiferencia por el país que lo vio nacer. No fue parte de ningún movimiento literario nacional; su visión del mundo era universalista, casi ajena a las luchas sociales y políticas que atravesaban la Argentina en su época. Mientras muchos escritores argentinos luchaban desde sus textos por la justicia social y la transformación del país, Borges vivía en una burbuja intelectual, totalmente alejado de la realidad de su nación. No era un escritor que escribiera sobre lo que ocurría en su país, sino sobre lo que ocurría en su mente, sobre el universo.
En Fervor de Buenos Aires, su primer libro de poemas, Borges refleja una visión de la ciudad que no es tanto un retrato de la Argentina, sino una evocación literaria de una Buenos Aires que está más allá del contexto social y político del momento. Su Buenos Aires es una construcción estética, casi mitológica, que no responde a las tensiones sociales ni a las realidades de la vida cotidiana en el país. Es un Buenos Aires desde la perspectiva de un intelectual, de un escritor que mira su entorno con distancia y desde una mirada cosmopolita, pero sin sentir un compromiso real con los problemas de la ciudad o del país.
Cortázar, por su parte, aunque nacido en Bruselas, pasó una parte de su niñez en Argentina, pero fue en Francia donde forjó su carrera literaria y su ideología. Fue en París donde vivió casi todo su adultez, lejos de la Argentina que, irónicamente, tanto criticaba en sus escritos. Cortázar nunca fue parte de la lucha política interna del país. Su posición de exilio voluntario y su apoyo a las luchas sociales de América Latina no lo hicieron más argentino. Se posicionó en contra del poder argentino, pero al mismo tiempo, ¿estaba realmente comprometido con el país? ¿O simplemente adoptó una postura desde la distancia, con la comodidad del exilio? Su activismo en Francia no es el de un argentino comprometido con su país, sino el de un intelectual que se dedica a los movimientos internacionales mientras observa desde afuera.
La Identidad Nacional: Más Un Rechazo que una Aceptación
Ambos escritores fueron rechazados por la mayoría de la sociedad argentina durante gran parte de su vida. Borges, aunque tuvo una breve etapa como director de la Biblioteca Nacional, fue un paria cultural para muchos sectores de la política argentina. Su desprecio por el peronismo y su postura elitista lo distanció de la mayor parte del pueblo argentino. No podía ser considerado parte del "pueblo" argentino porque su literatura no hablaba de los problemas sociales o de las realidades del país. Borges se consideraba un escritor europeo, un hombre de ideas universales que veía a su nación desde la distancia y, muchas veces, con escepticismo.
Cortázar, a su vez, fue perseguido por la dictadura militar argentina. Si bien su postura ideológica se alineaba con las luchas de izquierda y su crítica al régimen de facto fue clara, no fue su país el que le dio voz ni le proporcionó un lugar como escritor. Cortázar era un extranjero en su propio país, un escritor exiliado tanto en el plano físico como en el plano intelectual. Su relación con la Argentina fue siempre ambigua, un amor que se desmoronaba cada vez que se acercaba demasiado a las realidades nacionales. La distancia que mantuvo con los problemas sociales y políticos de Argentina muestra que su verdadero compromiso estaba con su propia identidad literaria y su mundo personal, no con Argentina.
¿Qué los Define Entonces?
Entonces, ¿por qué seguimos llamando a Borges y Cortázar "argentinos"? ¿Porque nacieron allí? El hecho de que pasaran por territorio argentino no significa que pertenezcan al país ni que su literatura hable sobre o para los argentinos. Ambos escritores, al igual que muchos otros grandes artistas, son productos de un cosmopolitismo que los alejó de su país natal. Su literatura no es el reflejo de una Argentina concreta; es el reflejo de mentes que aspiraban a algo mucho más grande, más universal, incluso abstracto. La etiqueta de "argentinos" parece demasiado cómoda para algo tan incómodo como su relación con la realidad nacional.
Conclusión: No Eran Argentinos, Fueron Espectadores
En resumen, Borges y Cortázar no fueron argentinos. Fueron escritores, sí. Y fueron escritores importantes, pero no porque hablaran de Argentina ni porque lucharan por Argentina. Fueron importantes porque, desde la distancia —ya fuera física, emocional o intelectual—, se convirtieron en espectadores del país. Observaban, opinaban, pero no estaban comprometidos. No eran parte del pueblo argentino; más bien, eran testigos que se miraban a sí mismos y a su país desde una posición de alienación. La literatura argentina no puede apropiarse de ellos solo por haber pasado por allí. Ellos fueron cosmopolitas, exiliados en su propio país, y sus obras reflejan más su desconexión con Argentina que su integración en ella.
Jorge Kagiagian
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