Las ruinas circulares (Jorge Luis Borges)

Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza.

Diferencias biológicas entre el hombre y la mujer

Luego de algunas discusiones sobre el hombre y la mujer, sobre su conducta y su desarrollo decidí escribir sobre la diferencia biológica entre ambos sexos.

Esta nota trata brevemente, como siempre, las diferencias que afectan el comportamiento desde el punto de vista biológico. No niega que existan diferencias psicológicas, los dados por la educación o por su contexto social.
Las diferencias a nombrar de ninguna manera demarcan una superioridad de uno sobre el otro, sino que somos diferentes y complementarios.

Ningún estudio psicológico, debate de sexo-genero, reflexiones intelectuales o cualquier tipo de idealismo puede negar la realidad tangible de las diferencias biológicas.
Para evitar debates irracionales, todos los datos que están en esta nota corresponden a investigaciones recientes y fueron validadas por profesionales de Medicina y Psicología de la Universidad de Buenos Aires.

Es interesante recalcar que algunos humanistas y los religiosos de las mayorías de las creencias, consideran la conciencia humana como algo elevado del plano corporal y, por ende, desestiman que cualquier diferencia biológica afecte el comportamiento. Lo cual es infundado desde una perspectiva científica.

Zoológicos humanos: Ota Benga

A Ota Benga, M. L. King y Madib

Parte 1

Escribo estas palabras solo para liberarme de esta culpa que, como una sombra que jamás descansa, me acosa desde hace tantas décadas. Sé que no podré conseguir ningún perdón ni exención alguna por el dolor que he infligido.

Es fácil juzgar los actos ajenos, y más fácil será para aquellas personas que lean las palabras de esta confesión. Y mucho tiempo después de que yo abandone la existencia física, esta carta me señalará digno de todo repudio.

Cuando joven, cuando mi reflejo comenzaba a descubrirme como un adulto, trabajaba como asistente del Dr. Samuel Verner. Él era un destacado misionero, investigador y docente de los Estados Unidos. Realizábamos tareas de investigación y estudios sociológicos sobre las culturas de diferentes pueblos nativos del continente africano y, a su vez, brindábamos distintos tipos de asistencia a esas comunidades detenidas en el tiempo.

Fuimos parte de una cantidad considerable de expediciones a "Afrique Équatoriale Française" y "État Indépendant du Congo" durante 1890 hasta 1904; año donde todo comenzó. Fue en ese mismo año exacto donde crucé camino con Ota Benga, mi víctima.

La "Force Publique" era una organización gubernamental dedicada a la conservación del orden público, orden que obtendrían a cualquier costo. El máximo referente de tal institución era la mismísima casa real de Bélgica. Siendo Leopold II el titular, quien administraba, también, el paradójicamente llamado "État Indépendant du Congo".

No es difícil suponer que el terror ha sido la forma más efectiva que una potencia extranjera tenía para usufructuar las tierras y las riquezas de una nación pobre, y sobre todo, subyugar las voluntades débiles y absolutamente indefensas de los habitantes autóctonos. La tortura, el castigo y la humillación pública han sido, sin duda, los métodos recurrentes para lograr los objetivos europeos.

Durante las redadas que buscaban adquirir nuevos trabajadores, las poblaciones negras solían escapar del hombre civilizado y de la ley divina que ellos representaban. Algunos miembros de una tribu pigmea lograron evadir a la "Force Publique", creando una vía de escape hacia el sur, escabulléndose por la ribera del río Kasai camino a los bosques ecuatoriales. Tierras que les eran bien conocidas, ventaja que les permitiría ocultarse.

La madre de Ota Benga fue una de las exiliadas. Cargó a su hijo, con su única mano, durante quién sabe cuántos días, por esos senderos plagados de alimañas y animales ávidos de carne. Muchos jamás habrían de llegar al destino, pero quien escapa no tiene tiempo para lamentos. Avanzaban dejando que los rezagados fueran capturados por la fuerza pública o las fieras carnívoras; según quien se sirviera primero.

Benga (como solían llamarlo) me contó tiempo después que su padre había sido atormentado sin piedad hasta que él mismo imploró por su propia muerte. A su madre le amputaron la mano derecha y luego la ahumaron bajo el sol como método de persuasión y ejemplificación para los trabajadores involuntarios en rebeldía.

Mientras tanto, en otro mundo lejano, en América del Norte, la tierra de la libertad se preparaba para uno de los festivales más grandes: la Feria Mundial de Saint Louis. Los organizadores estaban profundamente interesados en presentar un evento impactante e innovador... y así lo hicieron.

Llamaron a Verner y luego él me llamó a mí. Nos encomendaron la tarea que nunca debí haber aceptado. Después de ponerle precio a mis convicciones, accedí a viajar al Congo Belga en busca de nativos africanos con características dignas de ser exhibidas para el deleite del público americano. Los estudiosos de la mente humana habían concluido que ver a esas criaturas primitivas les produciría una sensación de autosatisfacción. Esto fue considerado una excelente publicidad para el evento, lo que se traduciría en lucrativos beneficios económicos.

A pesar del poco tiempo disponible para planificar la expedición, logramos conseguir el suministro y el equipo necesario, e incluso el barco que nos llevaría al continente sin dios.

Por fortuna, sin mayores contratiempos, cruzamos el océano en un viaje que parecía nunca terminar. Llegamos al continente olvidado. El capitán encalló el barco en el puerto de Matadi. Nos reunimos con un equipo de guías tratantes de negros a quienes contratamos para cumplir con nuestra tarea.

En un pequeño bote a motor, navegamos por el río hasta llegar a los bosques, donde encontramos un grupo residual de individuos que, según decían, eran aptos para trabajos largos bajo el sol. Además, poseían cuerpos pequeños baratos de alimentar. Siempre me he preguntado quién fue la primera persona en hacer esas agudas observaciones.

Navegamos durante varios días, muy atentos. Finalmente encontramos lo que buscábamos: una pequeña comunidad exiliada en medio de la miseria, una tribu diezmada de la etnia Batwa.

Al vernos, se dispersaron en todas direcciones como cucarachas. Eran comparables a chimpancés leprosos. Varios lograron escapar. Uno intentó atacarme con una lanza improvisada... sin más, disparé mi escopeta y lo maté al instante, volándole medio cráneo.

Ver las caras de terror de aquellos semi-hombres intentando de huir de nosotros me confirmaba lo alejados que estaban de la racionalidad que nosotros habíamos adquirido.

Seleccionamos a varios de ellos: jóvenes, niños, hombres, mujeres; descartamos a los ancianos y a los que nosotros mismos habíamos herido qué seguramente morirían en el viaje o de alguna infección. Gracias a nuestro Dios, lográbamos cumplir con nuestro encargo.

Ni Verner ni yo nos preocupamos por separar familias, quitarles a los hijos a las madres en nombre del entretenimiento del pueblo americano; era un acto lógico. No me preocupé por hacerlo con los cachorros de un perro, mucho menos me molestaría hacerlo con un ser negro.
Recordé a Voltaire y pronuncié una de sus frases con el fin de contrarrestar la debilidad emocional que me producían sus antropomórficas expresiones de dolor: "Dios jamás pondría un alma en un cuerpo negro y mucho menos un alma buena".
Hoy en día, discrepo de esas palabras. Los años me han enseñado que, aunque no tengan alma, son seres con vidas que deben ser respetadas; acaso, ¿No le doy de comer a mis perros?

Los tratantes de negros, que teníamos como guías, transportaron a los esclavos al puerto.
Una vez que sus cinturas estaban encadenadas y alineados en dos largas filas que iban de proa a babor, tanto a babor como a estribor, el barco nos llevaría nuevamente a Norteamérica.
A algunos tuvimos que colocarlos en jaulas individuales para evitar que se hicieran daño entre ellos y se volvieran inadecuados para la exhibición pública a la que estaban destinados.

Uno de los Batwa capturados fue Ota Benga. Tenía aproximadamente 18 años. Su carácter era ciertamente salvaje. Tal vez pretendía regresar con su gente y sus crías, fruto de su fuerte conexión con sus instintos primitivos.
Habíamos puesto un grillete en su pierna que luego encadenamos a su jaula; así nos asegurábamos de que se comportara correctamente.
A su lado, había un cubo para que lo usara durante el viaje de más de tres semanas. También le proporcionamos comida y agua diariamente. Al sexto día, demostró no comprender nuestras atenciones. Con total desagradecimiento, arrojó el cubo con sus necesidades sobre un miembro de la tripulación... y, por esa razón, dejó de recibir nuestra generosidad hasta que llegáramos a los Estados Unidos.

Entregamos la carga a los organizadores y recibimos el resto del dinero acordado.

Parte 2

Luego de ambientar las jaulas de la carga africana, la Feria Mundial de Saint Louis abrió sus puertas al público.

A pesar de todos mis compromisos, logré disponer de tiempo para recorrer el evento.
Disfruté de las deliciosas comidas y de curiosidades de todo tipo.
Por supuesto, fui a ver los especímenes que habíamos traído.
En el centro de la feria, allí, entre dos chimpancés, un gorila y otros animales, en una jaula con árboles, plátanos y platos de carne cruda ennegrecida, se encontraba Ota Benga.
Una placa proporcionaba la siguiente información de índole científica: "Eslabón transitorio más cercano al ser humano".

Los dedos de los visitantes lo señalaban y un murmullo general escondía las pequeñas risas burlonas. Mientras tanto, un profesor emocionado explicaba el origen de las especies y las maravillas del evolucionismo:
"...la apariencia general, las características y rasgos de los pigmeos del Congo... pequeñas criaturas simiescas, duendes, furtivos y traviesos... viven en los densos bosques enmarañados en la barbarie absoluta y, al mismo tiempo, exhiben muchas características primitivas en sus cuerpos, que poseen un estado de alerta determinado, quizás más inteligentes que otros simios...".
Si bien, Ota Benga no entendía las palabras de la multitud que lo rodeaba, las miradas, los gestos, las risas susurronas eran suficientes para que comprendiera el infame lugar que ocupaba.

La exposición fue un verdadero éxito en todos los aspectos posibles. Desafortunadamente, en algún momento debía concluir y, en consecuencia, las exhibiciones ya no serían necesarias para los organizadores ni para los inversionistas de la feria.
Sin saber qué hacer con ellas, se deshicieron de todas.

A Benga, por ser de raza pigmea era considerado un exotismo, fue donado para realizar con él estudios científicos.
Se tomaron medidas de cada parte de su cuerpo. También analizaron detalles profundos sobre su ser. Incluso se hicieron moldes de yeso de su cuerpo y de sus dientes limados en forma de serrucho, tradición Batwa.
Y se llevaron a cabo otros interesantes estudios sobre sus respuestas sensitivas (calor, frío, punciones y demás), sus reacciones a diferentes compuestos químicos y medicamentos de reciente descubrimiento.

Terminados los invaluables aportes científicos, llevamos a varios de los nativos africanos capturados nuevamente a su tierra.

Debíamos entregarlos al cuerpo de trabajadores de la "Force Publique"; qué siempre tiene algún trabajador qué como si de juguetes rotos siempre tenían a algún enfermo o herido que reemplazar. Pero, en el último momento, decidimos soltarlos en el bosque cerca de donde los habíamos obtenido.
Los vi correr desesperados y desconfiados, mirando hacia atrás. Esperando ser derribados por nuestras armas. Me di cuenta del terror que provocamos en ellos.
Ota Benga, entre el miedo y la felicidad, corrió como nunca. Lo seguí con la vista hasta que se perdió en la espesura de los vegetación.

Durante algunos días, permanecimos en aquel lugar. Abastecimos el barco e hicimos algunas pequeñas reparaciones.

Al cabo de una semana, en el mercado central, me encontré nuevamente con la mayoría de los pigmeos que días atrás habíamos liberado.

En fila, uno parado al lado de otro; ofertados en remate al mejor postor.
Los oferentes revisaban la salud, la musculatura de los pigmeos.
Allí, de nuevo… Como no podía ser de otra manera, estaba Benga. Exhibido otra vez. Pero ahora, como mercancía.

Me acerqué a Ota Benga. Levantó su vista pesada con mucho esfuerzo. Me reconoció de inmediato. No supo si debía alegrarse o temer.
Con sus pobres palabras del torpe inglés que había aprendido, gracias a las burlas y de los científicos, se animó a contarme lo sucedido.
En los bosques ya no quedaba nada. Su tribu había sido diezmada y asesinada como castigo por haber intentado escapar.
Su mujer y sus dos hijos habían perecido luego de las más violentas torturas. Benga no pudo contener su llanto y su desesperación por no saber las palabras para expresar su dolor.

Conmovido por esa intensa situación, juré nunca más formar parte de ningún eslabón de la cadena despiadada de la trata de africanos. Y convencí a Verner de que lo comprara a los tratantes.
Su futuro en esa tierra era lo peor imaginable…

Una vez en Nueva York, le buscamos un hogar.
El generoso Zoológico del Bronx le abrió sus puertas. Allí, junto a cuatro chimpancés, un gorila llamado Dinah y el orangután Dohung, fue exhibido bajo la denominación de "antiguo ancestro del ser humano".

El Dr. Hornaday, director del zoológico, pronunció en varias ocasiones largos discursos respecto al orgullo de contar con esa "forma transitoria de vida" en la institución que él dirigía.
Decía su placa de bronce junto a la jaula:
"Ota Benga

Especie: Pigmeo africano.
Edad estimada: 23 años.
Altura 149 centímetros. Peso 49 kilos.

Originario de las riberas del río Kasai, Independent du Congo.
Hallado por: Dr. Samuel Phillips Verner. ".

Como era de esperar, rápidamente, se convirtió en el atractivo principal.
Enjaulado, pasaba acostado en su hamaca. Con su arco y flechas disparaba a ciertos objetos como parte del show.

Su progreso era notable. Diariamente aprendía nuevas gracias.
Compartía su jaula con Dohung, quien también había aprendido mucho. ¡Hacían una dupla divertidísima!
Más de 40 mil visitantes, de costa a costa, llegaron a verlos.

La Iglesia Afroamericana Baptista interpeló al zoológico en varias ocasiones. Consideraba la exhibición humillante y racista. Decía el clérigo Gordon:
"La raza negra, nuestra raza, está lo suficientemente deprimida, sin necesidad de exhibir a uno de los nuestros junto a los simios".

Debido a las numerosas protestas, el zoológico permitió que Ota Benga saliera de su jaula.
Durante el día, caminaba entre las personas como si fuera un ser humano. Llegada la noche, volvía a su jaula para dormir en su rincón de pajas apiladas.

Con el tiempo, su actitud comenzó a empeorar. Cuando los visitantes querían tocarlo, sacarse fotos con él o hacer que uno de sus niños lo montara sobre los hombros, se mostraba agresivo y muchas veces los golpeaba o insultaba, incluso si alguien generoso le arrojaba algo de comida sobrante.
Por esta razón, el director consideró que Benga ya no era beneficioso para los fines del zoológico.
Sin más, fue expulsado.

Sin tener a dónde ir, Benga recurrió a la iglesia del clérigo Gordon, quien en realidad no tenía ningún interés por él. A Gordon, un "negro libre" no le era útil como herramienta política.

Por lo cual, Gordon lo internó en un orfanato estatal de Brooklyn, y luego se deshizo de él trasladándolo a otra institución en Virginia.

Siempre habían intentado domesticar a Benga, esta vez intentarían civilizarlo. Lo bañaron, le dieron ropa occidental y repararon sus dientes tallados. También le inculcaron la misericordiosa religión cristiana. Incluso fue inscrito en una escuela.
Se le dio un trato de ser humano; lo que es muy diferente a considerarlo uno y mucho más como un igual.

Los semi-hombres tienen un instinto férreo que no les permite razonar de forma correcta. Él prefería pasear con su arco y flecha, seguir abrazado a sus costumbres insensatas.

La falta de comida y donde vivir lo persuadió de comenzar a trabajar.
Fue empleado en una fábrica de tabaco donde realizaba tareas de mantenimiento. Lo usaban para que trepara por las poleas de las maquinarias donde nadie más podía llegar sin equipamiento de seguridad.

Durante algún tiempo siguió nuestro modo de vida occidental: rentó un apartamento y compró muchas cosas. Pero nada de nuestra cultura hubiese podido sanar sus heridas.

La tristeza, la frustración, la soledad… Se podía ver a través de sus ojos, su alma sin brillo, presa, sin nada, vacía, inerte.
La depresión lo había derrotado.

El 20 de marzo de 1916, a la edad de 32 años, Ota Benga celebró un extraño ritual pigmeo en un bosque cercano.

A mano limpia, se arrancó las coronas que le habían implantado en los dientes. Su verdadera sonrisa se mostraba ensangrentada al mundo.
Recolectó ramas, hojas secas. Con ellas, encendió un círculo de fuego y bailó a su alrededor.
Mientras cantaba en su lengua natal, los sonidos de las brasas ardiendo parecían musicalizar el momento. Las chispas disparadas desde el fuego revoloteaban como si las almas de los Batwas asesinados habitaran en ellas. Reviviendo, por última vez, los rituales de su tribu.

Tomó un arma. Sus ojos miraron al suelo, luego al cielo donde las chispas de sus ancestros aguardaban por él.
Respiró profundo y disparó en su pecho.
Así fue como murió Ota Benga, y junto a él también desaparecía su tribu, extinta para siempre.

Cada año, me acerco al lugar donde fue enterrado. Le pido perdón por la desdicha que ha padecido a causa de la ignorancia.

Quiero que sepa que su dolor y su muerte no fueron en vano. Se necesitó matar su alma y luego su cuerpo para que pudiéramos darnos cuenta.

Es hora que reparemos las vidas qué robamos. Debemos repatriar a cada negro y a toda su descendencia. Para, que lejos de la opresión del hombre blanco, puedan volver a sus chozas, a sus flechas; para que puedan correr libres alzando sus lanzas, luciendo los atuendos ligeros de sus hermosas culturas indígenas.

Mientras tanto, siento la obligación de seguir visitando, cada año, este cementerio aunque sé bien que su cuerpo ya no se encuentra en esta tumba. Pero, lamentablemente, el museo donde exhiben sus huesos queda muy lejos de mi hogar.

Jorge Kagiagian 

Ota Benga en el Zoológico del Bronx

Ota Benga en Saint Louis


Sobre Ota Benga: Wikipedia Ota Benga

POR QUÉ CANTO ASÍ (Celedonio Esteban Flores - Julio Sosa)

Pido permiso, señores,
que este tango... este tango habla por mí
y mi voz entre sus sones dirá...
dirá por qué canto así.
Porque cuando pibe,
porque cuando pibe me acunaba en tango la canción materna
pa' llamar el sueño,
y escuché el rezongo de los bandoneones
bajo el emparrado de mi patio viejo;
porque vi el desfile de las inclemencias
con mis pobres ojos llorosos y abiertos
y en la triste pieza de mis buenos viejos
cantó la pobreza su canción de invierno.
Y yo me hice en tangos,
me fui modelando en barro, en miseria,
en las amarguras que da la pobreza,
en llantos de madre,
en la rebeldía del que es fuerte y tiene que cruzar los brazos
cuando el hambre viene.
Y yo me hice en tangos
porque... ¡porque el tango es macho!,
¡porque el tango es fuerte!,
tiene olor a vida,
tiene gusto... a muerte;
porque quise mucho, y porque me engañaron
y pase la vida masticando sueños;
porque soy un árbol que nunca dio frutos,
porque soy un perro que no tiene dueño,
porque tengo odios que nunca los digo,
porque cuando quiero,
porque cuando quiero me desangro en besos,
porque quise mucho, y no me han querido;
por eso, canto tan triste... ¡Por eso!

La vergüenza de ser argentino: Mitos y Falsos Inventos (Jorge Kagiagian)



"Nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclamar
que todo esta perdido y que hay que empezar de nuevo".
Julio Cortázar

La vergüenza de ser argentino tiende a contenerse en éxitos ajenos. En Argentina se enseña desde la educación elemental esos mitos como ciertos. Las publicidades nombran decenas de "inventos argentinos" que muy pocos son realmente adjudicables.

El objetivo es recordar que esos logros no fueron tales, sino que fue manipulada la información para simular pertenecer a la Argentina. Y otros que son argentinos, pero son tan antiguos y obsoletos que no son digno de orgullo… y que nos recuerda que ya no hay nuevos logros.

Vuelta a casa (Anónimo - Jorge Kagiagian)

Al volver de la guerra, un hijo llama a sus padres para preguntarles si podía llevar a un compañero a su casa. Les contó que el muchacho había pisado una bomba y

En el techo de mi casa




En el techo de mi casa

Me levanto por la mañana, y ella está en su lugar. Durante la tarde sigue ahí. Al llegar la noche, ella permanece en el mismo rincón del techo de mi casa.

La miro construir, meticulosa, su trampa; su prodigio del ingenio. Se posa en la pared y se deja caer sujeta de su seda. Se balancea hasta llegar a la pared opuesta. Continúa su tarea durante muchas horas, de arriba abajo, de izquierda a derecha. Hasta terminar su pequeña maravilla.

Preparo mi cena y me siento a la mesa, comiendo tranquilo, la observo. Quieta, inmóvil. Silenciosa aguarda a algún bichito que, descuidado, quede atrapado allí y cenar ella también.
De alguna forma se ha ganado mi cariño. Nada reclama o necesita; sólo usar ese olvidado rincón para poder vivir…
Muchas veces han querido sacarla de allí, pero no lo he permitido. Nunca ha molestado a nadie, ni trae ningún peligro… es más, quien sabe cuantas veces me ha librado de los picazones de algún fastidioso insecto.

Debe ser difícil sentirse siempre amenazada por esas escobas sin compasión. Nunca he comprendido porque tan indefensa criatura despierta tanta crueldad. Me lleno de pena cuando la veo moverse asustada o escondida en el agujerito que tiene como hogar, desde donde se asoma cuidadosa, esperando que el peligro se vaya.

No me atrevería a sacarla de aquel rincón y, mucho menos, a matarla. ¿Quien soy yo para hacerlo? Verla allí me reconforta, me acompaña. Ya la siento mi amiga. Me recuerda que nada me pertenece. Hace que toda la inmensidad de mi mundo se empequeñezca cada vez que miro al cielo desde mi ventana.
Ella en su rincón y yo en el mío, quizás no seamos tan diferentes.



Jorge Kagiagian

Versión sin corregir:

Me levanto por la mañana, y ella está en su lugar. Durante la tarde sigue ahí, al llegar a la noche, ella permanece en el mismo rincón del techo de mi casa.

La miro construir, meticulosa, su trampa; su prodigio del ingenio. Se posa en la pared y se deja caer sujeta de su seda. Se balancea hasta llegar a la pared opuesta. Continúa su tarea durante muchas horas, de arriba abajo, de izquierda a derecha. Hasta terminar su pequeña maravilla.

Preparo mi cena y me siento a la mesa, comiendo tranquilo, la observo. Quieta, inmóvil. Silenciosa aguarda a algún bichito que, descuidado, quede atrapado allí y cenar ella también.
De alguna forma se ha ganado mi cariño. Nada reclama o necesita; sólo usar ese olvidado rincón para poder vivir…
Muchas veces han querido sacarla de allí, pero no lo he permitido. Nunca ha molestado a nadie, ni trae ningún peligro… es más, quien sabe cuantas veces me ha librado de los picazones de algún fastidioso insecto.

Debe ser difícil sentirse siempre amenazada por esas escobas sin compasión. Nunca he comprendido porque tan indefensa criatura despierta tanta crueldad. Me lleno de pena cuando la veo moverse asustada o escondida en el agujerito que tiene como hogar, desde donde se asoma cuidadosa, esperando que el peligro se vaya.

No me atrevería a sacarla de aquel rincón y, mucho menos, a matarla ¿Quien soy yo para hacerlo? Verla allí me reconforta, me acompaña. Ya la siento mi amiga. Me recuerda que nada me pertenece. Hace que toda la inmensidad de mi mundo se empequeñezca cada vez que miro al cielo desde mi ventana.
Ella en su rincón y yo en el mío; quizás no seamos tan diferentes.

Jorge Kagiagian

Encuentro Íntimo (Nidia Vidal)

- ¿¡Es que no entiendes!?
- Tú eres quien no entiende, perdóname, no te amo.
- ¿Cómo puedes decir que no me amas después de lo que ha pasado? Nos entregamos mutuamente, fue perfecto, ¿O sólo querías sexo?
- No me mal interpretes. Lo tuvimos pero fue el alcohol lo que apresuró las cosas. No sabía lo que estaba haciendo hasta fue muy tarde. Sabes que si no fuera por eso ni un beso te hubiese dado.

Cruzando mi Ventana (Jorge Kagiagian)


Cruzando mi ventana, te observo tan lejos
tan distante, que triste suspiro y anhelo
desvestir tu belleza mientras los misterios,
y la intriga, desvelan mis noches solitarias.

Cruzando mi ventana, te observo tan cerca.
tan próxima, confieso tocarte y quererte.
Tu ojos, tu cabello, tu cuerpo y tus pechos.
Respiro tu perfume de amante y mujer.

Hoy me visitó un ángel



Hoy me visitó un ángel

Por piedad, se posó de espaldas a mí
y su cuerpo comenzó a girar suavemente,
encandilando todo lo que soy.
Supuse que era mujer por su delicado
y conquistante andar.

Describirla sería siempre una afrenta,
no sólo por la torpeza del lenguaje sino
porque mi fascinación aún perdura.
Solo diré: No podré olvidar su rostro,
se perpetuó como soberana de mis recuerdos más bellos.

Narró mil historias y yo otras mil.
Caminamos durante horas, por paisajes
florecientes de ilusiones.
Quise tomar su mano pero no me atreví.
Sin poder contenerme, pronuncié
las palabras calladas, mis palabras de amor.

Mis manos temblaban torpemente,
no sé cómo, pero la besé y luego se retiró;
mi vista la acompañó hasta el último instante.

Tal vez ella vuelva, es mi más ferviente anhelo.
Ignoro lo que vendrá, no he sabido develarlo.
Pero ¿de qué me serviría conocerlo?
Apenaría mi dicha saber que no es para mí,
que el destino de mis brazos es permanecer
rodeando una dolorosa ausencia.

Tal vez ella sea mi espera alcanzada.
Si así fuese, todo lo que posea,
lo entregaré, porque nada es más hermoso
que el asombro de descubrirlo.

No quiero perder este palpitar.
Escucho sus palabras como notas
musicales entrelazadas,
vibro con su melodía. Tiemblo. Me desespero.
Muero y revivo en cada movimiento.
Mis ojos brillantes revelan mi sentir.
Mis manos siguen temblando.
Estoy envuelto en un maravilloso estupor.

No deseo anticiparme al porvenir,
ni siquiera me interesa pensar o imaginar…
Lo único que me importa
es que hoy me visitó un ángel.

Jorge Kagiagian 




Version interesante 

Hoy me visitó un ángel,
posado de espaldas, su cuerpo girando suavemente,
encantando todo lo que soy.
Supuse que era mujer, por su delicado y conquistante andar.

Pero describirla sería un ultraje,
no solo por la tosquedad del lenguaje,
sino porque mi fascinación aún perdura.
Sólo diré: su rostro es inolvidable,
soberana de mis más hermosos recuerdos.

Narramos mil historias, yo otras mil,
y caminamos durante horas por paisajes
que florecían con ilusión.
Quise tomar su mano, pero no me atreví,
y pronuncié las palabras calladas de mi amor.

Mis manos temblaron torpemente,
no sé cómo, pero la besé,
y luego se retiró; mi vista la siguió hasta el último instante.

Tal vez vuelva, es mi más ferviente anhelo,
ignoro qué vendrá, no he sabido develarlo.
Pero, ¿de qué me serviría conocerlo?
Apenaría mi dicha saber que no es para mí,
que el destino de mis brazos es rodear una dolorosa ausencia.

Pero tal vez ella sea mi espera alcanzada,
y si así fuese, todo lo que poseo
lo entregaré, porque nada es más hermoso
que el asombro de descubrirlo.

No quiero perder este palpitar,
escucho sus palabras como notas
musicales entrelazadas,
vibro con su melodía, tiemblo, me desespero.
Muero y renazco en cada movimiento,
mis ojos brillantes revelan mi sentir.
Mis manos siguen temblando,
estoy envuelto en un maravilloso estupor.

No deseo anticiparme al porvenir,
ni siquiera me interesa pensar o imaginar...
Lo único que me importa es que hoy
me visitó un ángel. 

Versión vieja 
Por piedad, se posó de espaldas a mí
su cuerpo comenzó a girar suavemente
encandilando todo lo que soy.
Supuse que era mujer por su delicado
y conquistante andar.
Describirla sería siempre una afrenta
no sólo por la torpeza del lenguaje sino
porque mi fascinación aún perdura.
Solo diré: No podré olvidar su rostro, se perpetuó
como soberana de mis recuerdos más bellos.

Vivir

Vencido en batalla
resistí al odio y la violencia
enfrenté la vida y la muerte
aún sin tener dios, ni patria que defender.

Enamórame una vez más


Te elevas en la noche blanca
tus pies livianos se apartan del mundo
te alejan de mí, te llevan al edén.
Trato de retenerte, trato de no llorar.

No te vayas, por favor.

Mía

Mi mente se rinde a tu recuerdo inevitable,
Sumido al miedo y la ansiedad
a los ensueños de amante y mujer.
Recorro tu cabello, respiro tu perfume y feminidad.
Rostros emocionados, el aguamiel recorre tu cara
y, en el abrazo, humedecen mis mejillas.
Frente a frente tu mirar arremetido delata tus secretos.
Cómo detenerme si mi voluntad no me pertenece.
si tu pecho contra el mío fue la revancha soñada.

Literatura (Julio Torri)

El novelista, en mangas de camisa, metió en la máquina de escribir una hoja de papel, la numeró, y se dispuso a relatar un abordaje de piratas. No conocía el mar y sin embargo iba a pintar los mares del sur, turbulentos y misteriosos; no había tratado en su vida más que a empleados sin prestigio romántico y a vecinos

Campo atardecidos (Jorge Luis Borges)


El poniente de pie como un Arcángel
tiranizó el camino.
La soledad poblada como un sueño
se ha remansado alrededor del pueblo.

No me arrepiento de nada(Gioconda Belli)


No me arrepiento de nada
Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.

Mine Eyes Have Seen the Glory (Julia Ward Howe)


717. Mine Eyes Have Seen the Glory (The Battle Hymn of the Republic)
Text: Julia Ward Howe, 1819-1910
Music: USA campmeeting tune
Tune: BATTLE HYMN OF THE REPUBLIC, Meter: 15 15 15.6 with Refrain

1. Mine eyes have seen the glory
of the coming of the Lord;
he is trampling out the vintage
where the grapes of wrath are stored;
he hath loosed the fateful lightning
of his terrible swift sword;
his truth is marching on.
Refrain:
Glory, glory, hallelujah!
Glory, glory, hallelujah!
Glory, glory, hallelujah!
His truth is marching on.

2. I have seen him in the watchfires
of a hundred circling camps,
they have builded him an altar
in the evening dews and damps;
I can read his righteous sentence
by the dim and flaring lamps;
his day is marching on.
(Refrain)

3. He has sounded forth the trumpet
that shall never call retreat;
he is sifting out the hearts of men
before his judgment seat;
O be swift, my soul, to answer him;
be jubilant, my feet!
Our God is marching on.
(Refrain)

4. In the beauty of the lilies
Christ was born across the sea,
with a glory in his bosom
that transfigures you and me;
as he died to make men holy,
let us die to make men free,
while God is marching on.
(Refrain)

5. He is coming like the glory
of the morning on the wave,
he is wisdom to the mighty,
he is honor to the brave;
so the world shall be his footstool,
and the soul of wrong his slave.
Our God is marching on.
(Refrain)


La obra y el poeta (R.F. Burton)

El poeta hindú Tulsi Das, compuso la gesta de Hánuman y de su ejército de monos. Años después, un rey lo encarceló en una torre de piedra. En la celda se puso a meditar y de la meditación surgió Hánuman con su ejército de monos y conquistaron la ciudad e irrumpieron en la torre y lo libertaron.

R.F. Burton

Más información sobre Hánuman el dios mono en: Wikipedia Hánuman

El dedo (Feng Meng-lung)

Un hombre pobre se encontró en su camino a un antiguo amigo. Éste tenía un poder sobrenatural que le permitía hacer milagros. Como el hombre pobre se quejaba de las dificultades de su vida, su amigo tocó con el dedo un ladrillo que de inmediato se convirtió en oro. Se lo ofreció al pobre, pero éste se lamentó de que

El Avaro (Molière)

PERSONAJES

HARPAGÓN, padre de Cleanto y de Elisa y enamorado de Mariana
CLEANTO, hijo de Harpagón, amante de Mariana
ELISA, hija de Harpagón, amante de Valerio
VALERIO, hijo de Anselmo y amante de Elisa
MARIANA, amante de Cleanto y amada por Harpagón
ANSELMO, padre de Valerio y de Mariana
FROSINA, mujer intrigante
MAESE SIMÓN, corredor
MAESE SANTIAGO, cocinero y cochero de Harpagón
FLECHA, criado de Cleanto
DOÑA CLAUDIA, sirvienta de Harpagón
MIAJAVENA y MERLUZA, lacayos de Harpagón
EL COMISARIO y su ESCRIBIENTE

La escena en París, en casa de Harpagón

El escritor argentino y la tradición (Jorge Luis Borges)

Quiero formular y justificar algunas proposiciones escépticas sobre el problema del escritor argentino y la tradición. Mi escepticismo no se refiere a la dificultad o imposibilidad de resolverlo, sino a la existencia misma del problema. Creo que nos enfrenta un tema retórico, apto para desarrollos patéticos; más que de una verdadera dificultad mental entiendo que se trata de una apariencia, de un simulacro, de un seudoproblema.

Sábado (Jorge Luis Borges)

A C.G.


Afuera hay un ocaso, alhaja oscura
engastada en el tiempo,
y una honda ciudad ciega
de hombres que no te vieron.
La tarde calla o canta.
Alguien descrucifica los anhelos
clavados en el piano.
Siempre, la multitud de tu hermosura.

Un Artista del Trapecio (Franz Kafka)

Un artista del trapecio -como se sabe, este arte que se practica en lo alto de las cúpulas de los grandes circos es uno de los más difíciles entre todos los asequibles al hombre- había organizado su vida de tal manera -primero por afán profesional de perfección, después por costumbre que se había hecho tiránica- que, mientras trabajaba en la misma empresa, permanecía día y noche en el trapecio. Todas sus necesidades -por otra parte muy pequeñas- eran satisfechas por criados que se relevaban a intervalos y vigilaban debajo. Todo lo que arriba se necesitaba lo subían y bajaban en cestillos construidos para el caso.

De esta manera de vivir no se deducían para el trapecista dificultades con el resto del mundo.

Arpías (Jorge Luis Borges - Margarita Guerrero)

Para la Teogonía de Hesíodo, las arpías son divinidades aladas, y de larga y suelta cabellera, más veloces que los pájaros y los vientos; para el tercer libro de la Eneida, aves con cara de doncella, garras encorvadas y vientre inmundo, pálidas de hambre que no pueden saciar. Bajan de las montañas y mancillan las mesas de los festines. Son invulnerables y fétidas; todo lo devoran, chillando, y todo lo transforman en excrementos. Servio, comentador de Virgilio, escribe que así como Hécate es Proserpina en los infiernos, Diana en la tierra y luna en el cielo y la llaman diosa triforme, las arpías son furias en los infiernos, arpías en la tierra y demonios (dirae) en el cielo. También las confunden con las parcas.
Por mandato divino, las arpías persiguieron a un rey de Tracia que

La Noche de San Juan


El poniente impecable en esplendores
quebró a filo de espada las distancias.
Suave como un sauzal está la noche.

Invictus (William Ernest Henley)

Poema que Nelson Mandela recitaba para sí mismo en los peores momentos de su terrible cautiverio de 27 años por su lucha contra el apartheid y la unidad sudafricana.

Invictus

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.

Llaneza (Jorge Luis Borges)

A Haydée Lange


Se abre la verja del jardín
con la docilidad de la página
que una frecuente devoción interroga
y adentro las miradas
no precisan fijarse en los objetos
que ya están cabalmente en la memoria.

Elogio de Helena (Gorgias)

Perfección para la ciudad es el valor de sus habitantes, para un cuerpo la belleza, para un alma la sabiduría, para una acción la virtud, para un pensamiento la verdad. Las cualidades contrarias a éstas implican imperfección. En un hombre, en una mujer, en un pensamiento, en una acción, en una ciudad, es preciso honrar con alabanzas lo que sea digno de alabanza y cubrir de censuras lo que sea censurable. Pues tan erróneo e inexacto es censurar lo que debe ser alabado como alabar lo que debe ser censurado. Y es obligación de un mismo hombre proclamar la verdad y refutar a los que censuran a Helena, mujer sobre la que ha llegado a ser concorde y unánime la opinión de la tradición poética y el significado de su nombre, que lleva consigo el recuerdo de acontecimientos infortunados.

Yo quiero, razonando con lógica sobre la peyorativa tradición a ella referente, liberarla de toda acusación y hacer cesar la ignorancia, demostrando que sus acusadores están equivocados y descubriendo la verdad.

Apología de Sócrates (Platón)

No sé, atenienses, la sensación que habéis experimentado por las palabras de mis acusadores. Ciertamente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estado a punto de no reconocerme; tan persuasivamente hablaban. Sin embargo, por así decirlo, no han dicho nada verdadero. De las muchas mentiras que han urdido, una me causó

Edad media, Mirada perdida, cincuenta imágenes (Diego Espada)

Levantó sus ojos y miró hacia adelante. La tristeza se delataba en sus fulgurantes pupilas, el cansancio joven en su cuerpo de pocos años y muchas batallas. Agotada, extenuada, se erguió para seguir caminando, convencida de que el destino manifiesto no es una teoría, sino una realidad incontestable e inconmensurable.

Calle Desconocida (Jorge Luis Borges)



Penumbra de la paloma
llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde
cuando la sombra no entorpece los pasos
y la venida de la noche se advierte
como una música esperada y antigua,
como un grato declive.

La Biblioteca de Babel (Jorge Luis Borges)

El universo (que otros llaman la Biblioteca) se componte de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a

Sobre los noticieros: Breve reflexión sobre el periodismo “Reality Show”

El gusto por el entretenimiento extremo por encima de la veracidad.

Objetivo

  • Definir y delimitar el “periodismo o noticiero Reality Show”, una variante del amarillismo.
  • Definir la Novela no ficción en tiempo real.

La peste escarlata (Jack London)

El camino, de borroso trazado, seguía lo que en otro tiempo había sido el terraplén de una vía férrea que, desde hacía muchos años, ningún tren había recorrido. A derecha e izquierda, el bosque, que invadía e hinchaba las laderas del terraplén, envolvía el camino en una ola verde de árboles y matorrales. El camino no era otro caso que un simple sendero, con anchura apenas suficiente para que dos hombres avancen de lado. Era algo así como una pista de bestias salvajes.

Aquí y allá se veían fragmentos de hierro oxidado que indicaban que, debajo de la maleza, seguía habiendo rieles y traviesas. En cierto punto, un árbol, al crecer, había levantado en el aire un riel entero, que quedaba al descubierto. Una pesada traviesa

En el camino

Esta es una historia, más bien una anécdota personal, ocurrió ya hace muchos años. Fue en la ruta número 3 de Salta en mi país, Argentina.
¿Quién soy? Realmente poco importa. Solo es necesario decir que aquella noche conducía mi camión de ciudad en ciudad, transportando mercadería como lo hago desde hace ocho años. Fue demasiado tiempo sin sobresaltos, todo siempre transcurría en la monotonía de la rutina diaria…

Mi última noche

Mi última noche

Aquella noche, entró en mi habitación. Se presentó tan placentera, tan cautivadora.
Lentamente, se acercó a mí. Alzó su mano espectral y acarició mi frente.
Inmóvil, sólo pude contemplarla.
Cuántos enigmas guarda aquel momento último. Ver la propia vida eclipsada por el fin; cuando el cobarde llora y el valiente sonríe. Sentir el instante fugaz del adiós; cuando eres y ya no.

Soybueno - Entrevista a Fernando Kiernan

Gracias a mis trabajos literarios tuve la fortuna de conocer algunos artistas muy interesantes. Me gustaría hablar sobre uno de ellos Fernando Kiernan, creador de Soybueno, un personaje tierno y gentil en un mundo que no lo es.
Creo que muchos podemos sentirnos identificados con él; por esa razón, quise saber un poco más.

Una foto gris (A mis abuelos)

Domingo lluvioso de invierno
casa de techos altos y molduras de yeso
Descubro una foto gris, en un cajón olvidado.
Traje azul a rayas y un rostro osado,
un hombre toma la mano de una joven mujer.
usa entusiasmada un vestido de bodas
el velo de encajes, marco de sonrisas y anhelos.

Allí están, inmóviles, impacientes, ajenos del porvenir.
Nunca se demoran las tristezas de quien pelea una guerra…
Imposible de engañar es la mano que todo lo arrasa…
Huir del miedo, abandonar la propia tierra
cargando sólo la promesa de algo mejor.

Ladrillo a ladrillo levantando un hogar.
Trabajar sin detenerse tantos días y tantas noches
de la nada absoluta, una familia edificar.
Entregados a los niños frutos de aquel amor…
niños, que serán hombres y mujeres
que serán padres y madres que partirán
dejando vacías algo más que sólo habitaciones.

La experiencia surca caminos en los rostros
Paso lento y manos temblorosas
miradas cristalinas y profundas
El tiempo no tiene piedad.
Las agujas destejen los sueños y los ovillos
se enlazan con leyendas de una tierra
que jamás volverá.
El eco triste y callado de unos hijos que ya no están,
recuerdos de una juventud que parece robarles toda felicidad.

Un día los ojos lloraron la ausencia
Una vida juntos, quebrada, por quien todo destruye…
Las almas no resisten tanto dolor,
-dolor escondido en una foto gris-
abandonando todo, irá tras ella…
Cargando, una vez más, la promesa de algo mejor.

Domingo lluvioso de invierno
Sólo queda una casa vacía
casa de techos altos y molduras de yeso
con una foto gris, en un cajón olvidado
un hombre toma la mano de una joven mujer…

Jorge Kagiagian

Dedicados a mis abuelos, Karabet Kagiagian y Levontin Tchertchian

Abuelo:
Fuiste inspiración y coraje
Fuiste esfuerzo y ejemplo
fuiste esperanza cuando me sentí caer...

Abuela:
fuiste mi amiga
fuiste quien acariciara mi rostro cansando
fuiste esperanza cuando me sentí caer...

Mi final

Cansando de intentar; cansado de levantar una y otra vez mi cuerpo. Todos los días se repite la misma situación. Durante toda mi vida ha sido igual. Golpeado hasta la inconciencia en el mismo callejón y abandonado. Cuando mis heridas están por sanar sé que pronto vendrá la próxima golpiza. No puedo defenderme, ya no tengo fuerzas…
Les es divertido destruir lo que logré con tanto esfuerzo, pegarme en el suelo, arrancarme los dientes con una certera patada en la boca.
Siempre se retiran con algún trozo mío levantándolo sobre sus cabezas cual trofeo.
Yo no quería esto, no lo merecía. Lidié para que no sucediera, lo intente todo; incluso ocultarme en las alcantarillas… pero no pude evitarlo.

A través de una ventana



A través de una ventana
Te observo tan lejos, tan distante.
Mientras desvisto tus secretos
más me lleno de intrigas y misterios.

Amante lunar



Ojos azules de un ser encantador
Cuerpo de marfil, suave envoltorio de un alma sensible
Bajo el brillo lunar, te revelas como amante y mujer.