Narradora de ilusiones traicionadas y sueños moribundos.
Combinados, como por arte de alquimia, lo despreciable con lo hermoso juntos en el mismo compás.
Indeleble Sonrisa
Pienso y extraño
su indeleble sonrisa
Jamás dijo adiós
partió para nunca regresar
como los años felices
de mi vieja juventud
Soles
Ciencia Olvidada
Como podría transmitirle lo apasionante que puede ser el estudio de las lenguas antiguas, lenguas extintas y otras manifestaciones idiomáticas de nuestra historia. Somos, sin lugar a duda, nuestro lenguaje. Aun sin aprobación alguna, hoy ostento el título de Doctor en filología y lingüística.
Es verdad, que no suele llevarnos a grandes aventuras, ni a lugares exóticos… aunque una vez tuve la suerte de ver, con mis propios ojos, escritura hierática en un papiro auténtico durante un viaje de investigación a El Cairo. Y sí, seguramente te preguntaras: fue gratificante para mi espíritu poder leer y entender el mensaje de alguien que ha vivido hace muchos miles de años.
Mi historia no fue la de un filólogo habitual. Como siempre había de ocurrir, el líder de un equipo de expediciones, por lo general antropólogos, solían traer a mi oficina de la Universidad los escritos que debía interpretar y traducir. La dedicación y la pericia que me caracterizaba era vox populi. Por eso, ese día, un paradójico invierno de clima estival, me entregaron aquellas tablillas de arcilla que databan del año 4 mil antes de la era común, según manifestaba el informe. No correspondían, en primer lugar, a ninguna lengua conocida por el hombre. Sus grafemas lucían todos muy similares con apenas unas diferencias imperceptibles para el ojo desnudo; y aun observándolo con mis instrumentos. Si no hubiera sido por mi gran experiencia y dos años de meticuloso trabajo con cada uno de los símbolos jamás hubiera logrado decodificarlo. Ya que la estructura y los grafemas guardaban una muy distante semejanza a la combinación de algunas lenguas en las que me había especializado. Y, para que negarlo, un poco de intuición y otro tanto de suerte, fueron de vital importancia.
Aun revelada la lengua, el texto carecía de total sentido; lo que me hizo dudar de mi avance. No fue, sino hasta 8 meses después, que como si de un rompecabezas se tratase reordené las palabras en cientos de miles de combinaciones posibles. Dejándome 15 escritos coherentes distintos.
Pero uno llamó mi atención, me cautivó. Una serie de instrucciones que permitiría tomar años de vida de una persona para dárselos a otra. Cuando lo leí me pareció emocionante… y a su vez inverosímil, que se trataba de una superstición o conjuro mágico. Créanme, cuando lean las páginas de este diario, que no era magia alguna sino la más estricta ciencia. Ciencia olvidada, de un pueblo jamás descubierto.
Devolví las tablillas a quienes debía no sin antes modificar apenas con unos puntos los grafemas que contenían; por si acaso alguien lograba, como yo, descifrarlo. Informé que no había, allí, ningún mensaje, que se trataba de adornos, figuras decorativas, basándome en la similitud casi idéntica de los símbolos, para desalentar futuros intentos
Comencé a realizar los experimentos pertinentes hasta que finalmente desarrollé la técnica de las tablillas. Fue con pequeños animalitos con quienes ensayé las primeras pruebas. Hubo muchos intentos, muchos fracasos. Pero soy obstinado; no me rindo fácilmente. Comenzaron los primeros resultados nada útiles pero alentadores. Las instrucciones no se trataban de mentiras.
Al cabo de 4 años logré controlarlo de forma completa y absoluta: obtenía casi la totalidad de años de vida disponibles de un ser para dárselos a otro de exactamente de la misma edad. Y ante mis ojos, el estupor, los veía rejuvenecer hasta transformarse en pequeños bebés… y envejecer hasta hacerse polvo para desvanecerse en el aire.
Entre mis manos se encontraba una fuerza tan poderosa que ningún hombre podría imaginar… Una fuerza tan absoluta que tiene el enorme potencial de cambiarlo todo.
Aun así, soy consiente que no es más que una herramienta en las manos de quien la posea. Una herramienta que podría acarrear hermosas consecuencias.
Una sociedad en que se podría compartir años de vida con las mujeres y los hombres más destacados: miles de personas dando tan solo unas horas de vida. Me he imaginado a los grandes genios de la humanidad reunidos en la misma mesa: Agustín de Hipona conversando con Voltaire, Fermat con Arquímedes… las posibilidades, sin fin.
La motivación de ser alguien notable sería enorme; todos intentarían ser el mejor. Pienso en madres sacrificando su vida en pos de su hijo bienamado a punto de morir. Enamorados que comparten sus años entre ellos para llegar juntos a la muerte y no tener que vivir el dolor de la ausencia de su compañero de vida.
Meditando en los festines de la historia del hombre, me encontré con la desazón. Recordando que aquel que trabaja por una recompensa económica no está haciendo otra cosa que cambiar tiempo de su vida por dinero. Pude aceptar, con mucha desolación, que la vida podría transformarse en un bien de cambio. Los gobernantes podrían pretender cobrar impuestos en años. Podrían existir secuestros y personas desaparecidas a quienes les habrían de robar sus años de vida. Podrían existir asesinatos en masa de pueblos enteros como si de un arma se tratase. La corrupción y la codicia serían las mismas de siempre pero con la salvedad que las personas obscuras hoy pueden morir… y con este poder, sin precedentes, la obscuridad cubriría para siempre a la humanidad.
Por todo esto, he decidido no liberar a este ángel o demonio a la humanidad. Si bien, yo mismo he robado algunos días a muchas personas, lo hice por un bien mayor. Hace 80 años que soy el protector de este secreto. No permitiré que caiga en las manos inapropiadas.
Cuando la humanidad esté preparada entregaré este poder. Así terminará esta agotadora eternidad que me apesadumbra. Y podré descansar al fin.
Jorge Kagiagian
A Toda La Humanidad
Me siento como una copa de cristal que cae de la mesa y ve como el piso se acerca, ve inevitable su destrucción. Ruega por un milagro, sabe que no vendrá, que nada detendrá la caída. Pero es su única esperanza, y se aferra a ella. Cierra los ojos y respira profundo.
Pronuncia las que podrían ser sus últimas palabras:
Viendo la gente pasar
Vivo tranquilo, en paz
Nadie me corre, nada me preocupa
Mi cuerpo está sucio, mis pies desnudos
Tengo el pelo pastoso, lleno de criaturas
Nueva Humanidad
Ideología versus Ciencia
Sin inhibición alguna, como seres prístinos, descubrieron sus desnudeces y, frente a todos los presentes, defecaron en el suelo de la sala magna. El beneplácito eco de los aplausos del decano resonaron en toda la universidad...
Solo Tú
Solo Tú
Luna, tu rostro
brillante enigma.
Estrella, tu cuerpo
radiante misterio.
Y tu alma buena,
obra del padre santo.
Desciendes de la noche,
sumida en ayeres.
Ángel celestial,
alimenta mi alma.
Tú, hermosa presencia,
dulce caricia.
Tú, creadora de mundos,
Tú, solo tú…
solo tú y nada más.
Jorge Kagiagian
Solo Tú
Luna, tu rostro
brillante enigma.
Estrella, tu cuerpo
radiante misterioso.
Y tu alma buena,
obra del Santo Padre.
Contemplo la noche,
sumida en ayeres.
Ángel celestial,
alimenta mi alma.
Tú, hermosa presencia,
dulce caricia.
Tú, creadora de mundos,
Tú, solo tú…
solo tú y nada más.
Jorge Kagiagian
Solo Tú
Luna, tu rostro
brillante enigma.
Estrella, tu cuerpo
radiante misterioso.
Y tu alma buena,
obra del todo creador.
Contemplo la noche,
sumida en ayeres.
Ángel celestial,
alimenta mi alma.
Tú, hermosa presencia,
dulce caricia.
Tú, creadora de mundos,
Tú, solo tú…
solo tú y nada más.
Jorge Kagiagian
brillante y enigmática
Estrella, tu cuerpo
radiante y misteriosa
Una flor, una carta, un adiós (Novela Corta)
Baile de Máscaras
Ella por Siempre
“Hace algunos años, demasiado tiempo ya desde que ocurrió lo que voy a contar.
Espero de corazón que disfrutes de esta historia; de no ser así, será, al menos, válida para mí para reencontrarme en el recuerdo con quien cambiaría mi vida para siempre.”
Carla y yo aún no nos conocíamos, de hecho, ella no era Carla ni yo, quien soy.
Mi vida siempre ha sido acompañada por el amor a los animales y los insectos. He tenido todo tipo de mascotas durante mi niñez. Mis más recordados son un perro “El Negrito”, “Popotito”, un caracol de agua (con su infinita progenie), y un sapo que había encontrado en un charco en su estadío de renacuajo. He tenido otros perros, pero mi madre siempre ha detestado a los animales a causa de su obsesión por la limpieza. Por eso, muchas de mis mascotas fueron regaladas a los pocos días de arribar a la que era mi casa; he llorado tantas veces porque yo era niño y me enamoraba rápidamente de esas criaturitas. En cuanto me fui a vivir por mi cuenta, decidí tener mi propio perrito.
Estuve buscando refugio de animales durante unos días. En aquel entonces, la información se obtenía rastreándola: yendo de veterinaria en veterinaria, llamando por teléfono. Preguntando, llegué a una mujer que tenía algunos perros para regalar. Me dio la dirección del refugio. Estaba a más de 50 kilómetros de mi casa. Pero era tanto el amor que tenía para dar que no me importó.
Tomé el tren a la ciudad de Escobar, luego de casi una hora y media llegué a la estación. Caminé unas diez cuadras y allí estaba, frente al refugio. Con unas palmadas, llamé a la puerta y fui atendido.
La señora, quien me parecía muy mayor (era más joven de lo que yo soy hoy), me llevó a recorrer el lugar. Me mostró varios perritos, pero ninguno me había gustado. Sí, es verdad, en aquel entonces la apariencia era para mí muy importante... y no sólo eso, sino que quería obstinadamente un perro macho. Por este motivo, fuimos a unas cuadras donde había unos perritos que estaban prontos para regalar. Una vez allí, vi uno, parecía un zorrito. Absolutamente hermoso. Me lo llevé, acompañé a la señora nuevamente al refugio y nos quedamos charlando.
Cuando, de súbito, se escuchó el aullido de unas ruedas frenando desquiciadamente. Un automóvil en la esquina, una caja de cartón sale arrojada por una ventanilla como si de basura inmunda se tratase. Unos niños que, por obra divina del destino, allí estaban, tomaron la caja y vinieron corriendo al refugio.
Dentro de la caja, dos perritas, una negra y blanca, y otra toda marrón claro. Sacaron a las dos perritas de la caja y las dejaron caminar libremente por la vereda de tierra. Ambas estaban en el más deplorable estado: sarnosas, llenas de parásitos, pulgas y garrapatas. La negrita tenía en su cuello una cadena tan desproporcional a su cuerpo que la obligaba a arrastrar la cabeza en el piso al caminar. Si te dijera que mis ojos, aún hoy, se llenan de lágrimas de indignación…
Acostumbraba, yo, a usar calzado abierto tipo sandalias. La perrita negra, una vez en el suelo, vino directamente hacia mí, ignorando a todas las demás personas. Lamió el dedo gordo de mi pie. La miré desconcertado mientras cargaba al perrito que había adoptado apenas unos minutos antes. Le pedí a la señora que sostuviera al perrito para poder tener las manos libres. Tomé a la perrita negra y la alcé: quise verla de cerca. Sacó su lengua rosa, tan pequeña como la más pequeña de las monedas, y lamió la punta de mi nariz. En este punto, no alcanzan las palabras para describir cómo mi corazón se acongojó, como si mi corazón se deshiciera de tristeza y amor. Verla tan enferma y con tanto cariño exclusivo para mí, me comprometió. Y decidí no adoptar al primer perrito. Lo recuerdo bien, le dije a la señora: “Discúlpame, esta perrita me necesita más.”
Luego me daría cuenta de que era yo quien siempre habría de necesitarla.
Una vez en mis brazos y absolutamente enamorado, fuimos a la estación de tren nuevamente. Allí, sentados en el piso, comencé a buscarle un nombre. Siempre he gustado de los nombres masculinos modificados para ser femeninos, Roberta, Guillermina y otros como estos. Una pared pintada con letras gigantes sería la señal para bautizar a mi perrita, “KARLA” proclamaba la pared de forma categórica. Luego de pensarlo un poco, la llamaría de esa manera con una pequeña modificación: Carla; nombre que he pronunciado millones de veces, incluso muchos años después de que ella fuera llamada a ser una estrella en el cielo eterno del recuerdo.
Jorge Kagiagian
Desquita tu ira…
Di los insultos más crueles, destruye mi dignidad
Arroja, contra mí rostro, todo lo que tengas a tu alcance
Pégame a puño cerrado, no detengas sin ver mi sangre
Continúa, sin piedad, hasta que te quedes sin aliento...
Los Escritores
como, así, cada uno de sus personajes.
Esos seres desdichados productos de la imaginación no se percatan
que repiten la misma rutina, los mismos éxitos, los mismos errores.
Mírame
Las estrellas, el paraíso y tu alma buena
En tu ojo izquierdo el resplandor de la pasión
La locura, el infierno y tu cuerpo sediento
Tu Cuerpo
Quiero besarte con locura y poseer tu cuerpo escultural
Serás lujuriosa y obscena, una lívida amante
Depravando nuestros seres hasta el amanecer
Silencio y Dolor
Le hice daño, lo sé
Herí su confianza, lo sé
ya, en su boca, no hay sonrisas
Aun así, me ama, lo sé bien.
Sueño con la voz…
Una voz tan blanda y delicada
En tono dulce y cariñoso, me dice al oído:
"Aquí estoy, nunca me fui..."
Escrachados
"Si", repliqué con entusiasmo.
"Presta atención: El poder lo tienen aquelles que no puedes criticar"
Y, en ese instante, caí en la cuente de que ya era demasiado tarde.
Él le ofreció...
Él le ofreció...
Él le ofreció la luna y las estrellas
El cielo de primavera y el color de una flor
Ella era ciega
Nunca pudo ver
qué ella solo quería caminar
a su junto a él
tomados de las manos.
Jorge Kagiagian
Nenita linda…
Esta mañana
PD: ¡¡¡Al menos, pudiste haberme dejado los documentos!!!