Se acercó sigiloso vislumbré su cuerpo rebosante de orgullo y de un resplandor sobrehumano. Me habló al oído ordenándome escribir sobre sus senderos recorridos… sinuosos y oscuros. Sumido a su poderosa voluntad me arrodillé como signo de obediencia a su grandeza maléfica.
No pretendas encontrar en estas líneas elementos ordinarios y banales, tiene la misma profundidad del abismo infernal. Su propósito fue cuidadosamente vedado para aquel que se niega a sentir el mal correr por sus repugnantes venas, aquel que tiñe el corazón de la misma forma que el alquitrán.
A muchos les parecerá una ofensa a las artes literarias y al mismo creador del mundo ¡ineptos! Otros necios se impresionarán. Sólo algunos saborearán de este fruto amargo. Para ese pequeño grupo va mi mensaje. Al resto, sólo mi más enérgica advertencia, que trata de expulsarlos de estas páginas envenenadas por el odio proveniente de mi alma que se alegra por cada una de sus desgracias.
Repito: vete alma débil y asustadiza. Gente como tú hay por doquier sentados en las calles bajas y sucias de este lugar infame hasta en las más altas esferas de esta sociedad que me repele. Lo único que los diferencian es la vestimenta que cubren sus patéticas desnudeces.
Y tú, el que eres uno en millones siéntate junto a mí. Eres mi hermano. Que tu alma corrompida tanto como la mía (o más) goce de las historias en donde el amor se transforma lentamente en rencor y muerte. Y que el cobarde Jehová no se ha atrevido a interrumpir; quien enclaustrado en su palacio celestial es ajeno de la suerte de esta humanidad que le muestra la espalda con desprecio. Prefiero perder mis ojos, mis brazos y piernas antes de ser como él porque lo odio.
Mi mano se niega a escribir algunos de estos relatos, parecen ser buenos. Y ella solo
ha conocido lo malo. Pero la he castigado con aquella tenaza arrancándole lentamente una a una sus amarillentas uñas.
Comenzaré a escribir con la sangre que vierten mis dedos desfigurados. Allí solo habrá dolor y desesperación, tanto que me relamo al pensarlo. Amantes separados muertos por su propia pasión. O mejor aún, familias destruidas, desmembradas por los cuatro caballos apocalípticos junto a sus hijos abandonados y desnutridos...veremos desparramados sus pequeños cadáveres con la expresión de horror aún impregnada en sus rostros. Náufragos ahogados en la siniestra tempestad. Clérigos promiscuos y monjas lujuriosas. Torturados y torturadores unidos bajo la misma agónica melodía. Estarán los hombres que toman por la fuerza la inocencia de los niños. No puedo contener mi emoción. Allí estarán todos los enemigos del hombre; la tenebrosa serpiente hija del príncipe caído aquella quien instigó la desobediencia, las más sangrientas y más despiadadas enfermedades. No faltará el mentiroso rey judío quien muerto no logrará levantarse entre los vivos nunca más.
Reiré, saltaré, feliz miraré al cielo. Abriré los brazos girando riendo aún más fuerte… mi rostro elevado enseñará a dios su sádica sonrisa mientras la lluvia de almas cae interminable al infierno.
Todo el asco que siento estará escrito en estas historias. Serán grandiosas. La divina inspiración no vendrá de mi mente envidiosa sino que el hombre, aquella creación patética del Gran Patético, aquella basura semejante a los sapos y a las sanguijuelas, me brindará lo que habré de escribir. Mi alma negra y viscosa como la brea narrará tus desgracias, la que te observa durante los días y las noches con atención meticulosa y fanática. Busca en tu vida las miserias que llenarán estas páginas.
Disfrutaré desde el palco central las guerras de los hombres, veré como demuelen su mundo, como destruyen sus propias vidas alzando el bufonesco estandarte de una falsa libertad.
Y cuando cierres los ojos para descansar de tu fatigosa existencia, será ese el momento en donde robaré al más pequeño de tus hijos, el que aún tienen las mejillas ruborosas y que su ser no ha sido corrompido; no ha traído todavía las desgracias al mundo. Lo arrancaré del seno de tu esposa. Ella gritará agonías desesperantes.... mientras mis hermanos se divierten desollando su piel aún rosada y suave. Yo lameré el inconsolable llanto de la madre, sabor que excitará mi lengua maligna.
Tu vida será desgraciada y miserable. No podrás escapar de aquel amor que hará temblar tus manos de emoción que luego destruido te llevará al más abyecto desengaño… tu desdicha será perpetua.
El rencor persiste, crece y se arraiga como una plaga en las almas de los hombres.
Disfrutemos de la victoria del odio sobre todo lo bueno.
Veré las deliciosas escenas desde las altísimas profundidades; las escribiré con
artística crueldad.
Apresto la tinta roja; sumerjo en ella una pluma negra arrancada de mis espaldas…
Serán historias violentas.
Me retuerzo de placer cual víbora maldita con solo ver al bien sollozante y rendido.
El mal se impondrá eternamente…nadie logrará evitarlo.
Que así sea por los siglos de los siglos.
Amén.
Jorge Kagiagian
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