La caja de besos

Hace algún tiempo atrás, una niñita tomó unas cintas y muchos papeles de colores. Con una tijera recortó un pedazo de la cortina de la casa. Muy tierna trabajaba con mucho esfuerzo sobre todos aquellos elementos.

El padre no tardó en llegar después de un largo día y vio todo aquel desorden. Se enfureció y mucho más al notar el pedazo de tela que solía cubrir la ventana. Con un reto contundente y sin posibilidad de explicación alguna la envío a su habitación.

A la mañana siguiente, la niñita se levantó muy tempranito y terminó su tarea…
Despertó a su padre:

“¡Feliz día papá!“ - Entregándole aquella cajita decorada con todos aquellos colores.

Sin poder contener su alegría y su vergüenza por la reacción del día anterior. Aquel hombre solo pudo abrazar a su la hija y pedirle perdón.
Emocionado, abrió la caja, pero su disgusto fue grande al ver que allí nada había.

“¡¿Cómo es que ensucias toda la casa y arruinas las cortinas para nada?! ¡¿No sabes que no puedes regalar una caja vacía?! “

La pequeña levantó su cara, miró a su padre con sus ojos llenos de lágrimas y respondió:

“No, papá. No esta vacía; yo deje allí un montón de besos… miles y miles… y te los regalo todos“

Pero el enojo fue mucho más grande que la comprensión… dejó el regalo junto a su cama. Indiferente siguió con su día.

Los designios de la vida, a veces son tan inexplicables como crueles.
La salud de aquella niña desmejoró hasta que su cuerpo terminó enfermándose; y no mucho tiempo después abandonó este mundo para transformarse en una estrella más del cielo… dejando una triste ausencia en el corazón de su padre.

Según dicen, aquel hombre aún conserva la caja junto a su cama. Antes de ir a dormir, cuando se siente derrumbado y desconsolado, abre aquella caja, toma un beso que coloca suavemente en su mejilla. Con una sonrisa cierra los ojos mientras disfruta del regalo más hermoso que recibió en toda su vida.

Versionado por Jorge Kagiagian

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