El universo, tal como lo concebimos hoy, no es una estructura rígida que se expande desde un punto central hacia el vacío infinito. Más bien, es un organismo dinámico, fluido y profundamente interconectado, un planeta que se extiende hacia la vastedad, pero con un núcleo generador que nunca deja de crear espacio-tiempo. En esta visión, el cosmos no se limita a ser un simple espacio que se expande, sino que se llena continuamente, de forma semejante a un líquido que fluye desde un punto cero, emergiendo con cada nueva porción de espacio. El universo, en su forma, es más un globo que se expande desde dentro, que un cono invertido. Y en su expansión, se comporta como un planeta con capas fluidas, con diferentes densidades que fluctúan bajo la presión de la creación.