Humor Incorrecto


Hoy será otra noche más en este escenario, luego de una larga ausencia. Ya conozco de memoria cada centímetro, cada rugosidad de sus tablas, la acústica de cada punto.
Mi asistente siempre dispone los elementos de la misma exacta manera. En el medio, justo en el medio una banqueta y a mi derecha una mesita, sobre ella, un vaso con agua gasificada. El micrófono y su pie, a la altura de mi barbilla.
La luces intensas elevan la temperatura de mi piel por eso llevo, en el bolsillo trasero de mis pantalones, un pañuelo que uso para secar el sudor de mi frente.  El pañuelo del bolsillo frontal del saco sólo tiene la finalidad de hacerme lucir elegante; al igual que mis anteojos ahumados. Es importante verse bien sobre un escenario. Cualquier elemento que no forme parte del espectáculo, que pueda actuar de distractor debe ser eliminado.  Sólo el público y yo en una relación auténtica que derrumba la cuarta pared.

Como agudo humorista que pienso que soy, me gusta jugar en el límite de lo políticamente correcto aunque reconozco que no es raro que cruce tal límite.

Hace unos meses, he tenido una presentación memorable. Es cierto, bajé del escenario luego de que un vaso de vidrio golpeara mi frente. Afortunadamente, no fue nada que comprometiera mi vida. Pero aun así fue gratificante.

Comencé contando chistes blancos, simples, cortos y directos. De esta manera, suelo ir construyendo la atmósfera necesaria para ir celebrando un humor cada vez más comprometido.
Seguí con humor político. Siempre en el público encontraremos ambas antípodas del bipartidismo que se postula siempre como candidato: los inútiles y los ladrones.  En un chiste se reía la mitad del público, se enojaba la otra mitad y en el siguiente ocurría lo inverso.
Las humoradas sobre creencias religiosas fueron la sal y la pimienta del menú que presentaba. El plato fuerte no tardaría en llegar.

Disfruto de contar humoradas sobre gente discapacitada, enferma o desafortunada.  Me parece que chiste, a modo de ejemplo, ilustraría exactamente lo que pretendo decir:

¿Cuál es la parte más dura de un vegetal?
La silla de ruedas

No voy a negar que luego de esto, se levantó una mesa entera y se retiraron arrojando, de forma furiosa, el dinero de la cuenta sobre la mesa. Solo dos risotadas diferentes pude contar, casi todo el resto estaban en el más inmutable silencio y solo un murmullo de mujeres en una mesa casi del fondo junto a la pared derecha.

Humor de diabéticos, paralíticos y esos que hacen sus necesidades en una bolsita. Los autistas siempre tienen algo nuevo que ofrecer. He contado mis chistes de autistas frente a cientos de ellos y, hasta el día de hoy, ninguno se sintió ofendido. Ni siquiera aquellos que poseen una vida más activa que la de un vegetal. Se ve que la gente sin autismo se ofende en nombre de ellos…

Chistes de ciegos, sin duda, mis favoritos ¿Qué es más divertido que un ciego? Un ciego vestido de payaso… perdón, no puedo con mi genio. Creo yo, que no hay nada más divertido que un ciego. Si nos reímos de una persona que cae al suelo luego de golpearse con algo, un ciego caminando sería algo así como una ametralladora de risas.
Muchos recordaremos a Mister Magoo, seguramente se habrán descostillado, con él, muchísimas veces. Ese viejito senil con disminución visual que creía estar hablando con una persona cuando, en realidad, era un helecho plantado en una maceta. Hoy ese programa sería políticamente incorrecto. Sería una ofensa que ameritaría hasta la prisión. Ya no existen programas en donde se haga mofa de una discapacidad y como son feos tampoco se los muestra. Una verdadera pena.
Yo siempre suelo reírme frente a las desgracias (sobre todo de las ajenas). No hay nada más sano que enfrentar la vida con humor.

Los mogólicos, perdón, los que padecen Síndrome de Down (trisómicos 21, mongui, mongo, mongoloide, corky o como prefieras llamarlos) en los medios no pueden ser más que personas las cuales sus vidas sean casos inspiradores sin importar cuanto esto diste de la realidad.
El niño down será más lindo y bueno que el niño sano carente de esa mutación genética (Mmmmm ¿Tener una mutación te hace un mutante? Quizás algún día cree un chiste con esta idea). Pero tendré que ser muy precavido cualquiera que haga una broma con ellos es un ser cruel y mezquino. Por eso prefiero no hacer ningún chistes con ellos, además para contar chistes de mogólicos tienes que tener un hijo mogólico y al mío lo doné para trasplante de órganos... perdón de nuevo, como dije antes, no puedo con mi genio.
Hoy sabemos, a ciencia cierta, que los órganos de los monguis no son compatibles con la gente normal. Ser down tiene muchísimas desventajas. Aunque el otro día me hicieron el mejor sexo oral de mi vida. El secreto fue que la chica usó mucha baba;  alguna ventaja tenía que tener el síndrome de Down ¿no les parece?…. perdón de nuevo, no debo contar estos chistes. Podrían costarme el trabajo, una denuncia por discriminación, el escrache público o todas estas juntas.
Aunque, siendo profundamente honesto, no veo nada de malo en tener una relación consentida entre adultos en donde uno de la pareja tenga Síndrome de Down y el otro sea “común y silvestre”. Pero bueno, pareciera que para tener una pareja down debes ser, indefectiblemente, down, retrasado mental o poseer alguna deformidad notoria. De no ser así, estaría mal visto socialmente o, directamente, asumirían que es un pervertido.
¡Qué rara que es la gente! Creen impensable que una persona pueda enamorarse sinceramente de un down seguramente porque esa gente jamás podrían hacerlo por la misma razón por la cual yo jamás me enamoraría de mi perro.

No crean, por favor, que soy una persona cruel por mi sentido del humor; no se trata de eso. A los down siempre les he dado un trato de iguales; por eso mismo jamás les cedo el asiento en los medios de transporte. Ademas, los downs no deberían usar el espacio reservado; es solo para gente que con movilidad reducida. En realidad, nunca le cedo el asiento a nadie.

Volviendo a mi presentación comencé con el final de mi maravillosa rutina humorística.
Entre los chistes contados están estos:

¿Qué haría Ray Charles si resucitase? Arañar el ataúd.“

¿Por qué quiere agarrar mi pene?¿Es usted homosexual?” - Dijo el proctólogo
“No, Doctor. Es sólo para asegurarme de que lo que me está metiendo es el dedo” - Respondió el ciego.

¿Por qué el ciego cruzo la calle?
Porque no quería vivir más y esperaba ser atropellado.

Todo iba relativamente bien hasta que todo comenzó a ir efectivamente mal. Los abucheos, los gritos y los insultos casi no me dejaron contar mi último chiste:

¿Cuál es el colmo de un ciego?
¡Ser feliz!

En ese momento todo se desbarrancó, un vaso de vidrio estalló en mi frente. Mi cuerpo se fue hacia atrás cayéndome de la banqueta. Me golpee duro contra el suelo. Intenté levantarme pero no me fue posible. Afortunadamente, mi asistente vino y me retiró a rastras del escenario para evitar que algún miembro de la platea subiera al escenario y terminara lo que el vaso comenzó. Mientras tanto el resto del público enajenado clamaba por mí. Querían castigarme por reírme de los desafortunados aunque, paradójicamente, el único desafortunado era yo.

Curiosamente, si bien fue un “vasazo” muy doloroso y, para muchos, mi presentación fue triste y patética, aun así, yo la siento como una de las mejores noches de mi vida.

Quizás la sienta así porque desde niño fui maldecido por la discriminación. Siempre tuve privilegios que otros jamás tendrán. Beneficios que hieren el alma, que me convencían a diario de que yo era un verdadero inútil.  Y, esa noche, fue la primera vez, en toda mi vida, que recibí un trato natural. Sin distinciones, de igual a igual. Por primera vez, en toda mi puta vida, nadie me preguntó si necesitaba ayuda, nadie sintió pena por mí, no fui inferior ante los ojos de los demás. Se los oía felices al ver como la sangre de mi frente se desparramaba por mi rostro. Nadie me discriminó. Esa noche fui uno más.

Por supuesto, tuve que ir al hospital. Hoy luzco, en mi frente, una enorme cicatriz que jamás podré ver.

Esteban Miranda

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