Narradora de ilusiones traicionadas y sueños moribundos.
Combinados, como por arte de alquimia, lo despreciable con lo hermoso juntos en el mismo compás.
El fin de mi lucha
Luego de tiempos muy crueles... entra meditabundo en su habitación con la decisión tomada. Pone el arma sobre la mesa. En una hoja en blanco narra sus razones:
“Siempre soñé con una mundo nuevo, renacido. Conquistar de oriente a occidente para construir un imperio a la grandeza del ser humano… magnánimos sueños y ambición sin fin. Pero no para engrandecer a mi persona, sino en orgullo del hombre que se levanta frente a otros seres. Estuve dispuesto a sacrificar mi propia felicidad para guiarlos a la grandeza. Era mi destino. Pero me encontré con una triste realidad… Transito por un mundo que no es el de los vivos, ni es el de los muertos, estoy atrapado con gente que vive a medias sus vidas. Siempre esquivando esas serpientes que se disfrazan de colegas, amigos y a veces, mucho peor... se disfrazan de amor.
Algunos dirán que mi visión fue barbárica, de tiempos pasados. Yo sé, ahora, que el mundo no está preparado aún para gente como yo… ni deseo tolerar tanta mediocridad. Pobres aquellos grandes hombres que se diluyen en esa vacía multitud.
Me pregunto sobre el verdadero valor de la vida. No creo que sean necesarios tantos hombres. Que diferencia marcaría una vida o millones menos…ninguna. En esta época profana que se valora la vida por si misma, la vida de cualquiera por cuan despreciable que este sea vale igual que la de un hombre de bien. Por eso hago esto y quien diga que terminar con la propia vida es un acto cobarde es porque jamás ha tomado un arma y ha apoyado el metal en su sien y sintió su frialdad, nunca sintió tan de cerca la propia muerte… yo digo: cobarde es quien teme presionar el gatillo.
Desearía dejar mis pertenencias a alguien… pero solo tengo mi cuerpo y nadie tendrá acceso a él. Quedará la duda de mi deceso por siempre, una inquietud eterna de inmortalidad donde asechará mi sombra; seré mito, seré leyenda. De esa manera haré el mal una vez más, incluso después de muerto, aseguraré mi entrada al infierno… en caso de no ser ese el lugar donde hoy estoy. Ya que no logré ser el héroe que soñé, habré de ser un monstruo... cual es la diferencia sino la bandera que proclama suya la victoria.
Hoy me han ofrecido escapar varias veces y vivir una nueva vida, nada me lo impediría pero nunca podría aceptar algo así porque yo soy el que soy…
He triunfado muchas veces pero la muerte nos llegará de todos modos. Que sentido tiene pelear una batalla que finalmente terminará en derrota… quizás solo si encontrara alguna motivación en el combate… pero ya no hay ninguna, desaparecieron.
Ya ni tiene sentido siquiera seguir escribiendo estas líneas.
Mi momento llegó…mi carne puede temer, yo no.”
Toma su arma, la apoya en la sien. Aguarda unos segundos eternos… respira profundo. Cierra los ojos fuertemente el índice activa el gatillo…
El tiempo se detiene, toda su vida transcurre en un único pensamiento. Desde su niñez, hasta este último instante fatal. No se arrepiente de nada.
La bala atraviesa la piel, el cráneo y finalmente su cerebro. Cae pesadamente sobre el piso y junto con él todas las ilusiones de una nación. La historia se quiebra, comienza una nueva era.
Un fuerte golpe abre la puerta de la habitación, un grupo de soldados entra. Ven el cuerpo sin vida en el piso. Sollozantes lo toman inmediatamente para llevarlo fuera del bunker. Lo colocan en la fosa especialmente preparada. Luego de la última reverencia hacia su Führer, incineran los restos. Rápidamente la noticia se desparrama por el mundo.
Hoy muchos lloraremos su muerte, mañana millones lo maldeciremos… pero nunca podremos ignorarlo.
Jorge Kagiagian
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