"No es bueno que todo el mundo lea las páginas que siguen; sólo algunos saborearán sin peligro ese fruto amargo" Conde de Lautréamont
Al fin veo completamente claro. Todo cobra sentido.
El bien, el mal, la traición y la lealtad son el anverso y el reverso de la misma
moneda.
Primero fue un juego enfermizo y psicótico .
Luego un desafío. No podía perder, nunca lo podría permitir.
Hoy es una perpetua obsesión. No duermo. Mi mente no se despoja de ese único
pensamiento.
Tengo tantos sentimientos encontrados que no logro identificar ninguno.
Lo que sí sé es que duele. Mi alma sufre.
Este siniestro juego llenó mi vida de enemigos.
Debo destruirlos. Es lo mejor para mí, aunque todo sea, tal vez, producto de una
intensa paranoia.
Pero tengo ventaja. Veo a través de las paredes.
Escucho las voces. Me cuentan todo. No hay secretos para mí.
Camino por mi habitación como una criatura enjaulada.
Estoy alerta. Estoy preparado. Estoy esperando.
¿Cuándo fue que todos viraron? Todos menos yo. ¿Cuándo perdieron el camino?
Soy yo el único que puede devolverle al mundo su rumbo. Es mi misión, mi
mandato.
Ciegos que no quieren ni saben ver. Prisioneros de la insignificancia de lo
cotidiano.
¡Me ascendieron! ¡Gané mucho dinero! Vacía y volátil felicidad.
Están muertos, no lo ven. Viven vidas sin sentido ¡Sin nada!
Daría lo mismo que vivieran o no. Yo debo encarrilarlos o eliminarlos.
Aun así los envidio, no existe felicidad para mí.
Afortunados quienes tienen dioses. Ahogados en mi mismo fango, viven fantasías
de dicha y bienestar. Sus divinidades les dan esperanzas.
Veo todo claro, ese es mi castigo.
Mi vida es infeliz y desesperanzadora. Soy consciente de mi miseria.
Pero la lucha saca lo más poderoso de mí.
Manipular a otros seres cual titiritero. Jugar a ser el dueño de sus vidas. Saber que
puedo apagarlas cuando quiera.
Quiero matar a quienes me dañaron, a quienes me trajeron aquí.
Dibujar las paredes con su sangre. Violar a sus mujeres. Educar a sus hijos como
sus enemigos. Vestirme con sus pellejos. Usar sus caras como máscaras y
representar mi satírica comedia. La abominación y el asco estarán presentes en cada
acto.
El odio me motiva, el dolor me guía.
Grito, aúllo de agonía. Nadie me escucha, pero me reconforta saber que ningún ser
oirá sus gritos cuando sean torturados. Solo yo disfrutaré esa música.
No me detendrán. Ya no puedo parar.
Voy a salir de este lugar golpeando mi cuerpo contra las paredes blandas.
¡YO NO ESTOY LOCO, LO ESTÁS VOS!
Jorge Kagiagian