Busco entre las grietas tu bendición.
Los lobos te veneran,
las aves fluyen en tus ríos.
Aquí, ráfagas,
y yo, sin poderte ver.
Ay, cielo silencioso,
árboles qué danzan,
un eco oscuro y profundo se deja oír.
Lo escucho atento,
como si algo quisiera confesar.
Será otra noche
que te escapas de mis ojos.
Pero un día,
todo sucumbirá ante tu grandeza.
Y saldré corriendo al monte más alto;
trepando en un árbol danzante,
llegaré a ti.
Y luego de una caricia
contigo me llevarás.
Jorge Kagiagian