Carta de un hombre a si mismo



Compañero de mi vida:

Cuando leas estas líneas habrán pasado muchos años (si la fortuna así lo permitió) habrás visto tu juventud escapar de ti sin que nada hayas podido hacer. Tu rostro estará arrugado y tus manos temblorosas buscaran ayuda en un sostén al caminar. El brillo de esperanza de tus ojos habrá desaparecido hace mucho tiempo atrás; un mirar nublado y experto ocupa ahora su lugar. Estarás resignado, transitando los últimos años de la vida de un hombre anciano.

Es tan difícil escribir sabiendo que probablemente esta carta nunca llegue tus manos pero me inunda un deseo incontenible de saber que nos deparó el porvenir para todas esas décadas que has vivido. ¿Habrás superado los problemas y miedos que me acechan? ¿Habrás conocido el amor profundo y verdadero? ¿Y un mundo de niñitos entre hijos y nietos puso en tu vida una razón para nunca decaer? ¿Habrás alcanzado la meta última, la felicidad? Aunque sea por un instante, lo cual sería suficiente para considerarnos dichosos.
Cuántas preguntas me desvelan. Me lamento al saber que no podrás responderlas, ni podrás confiarme tus secretos o darme tus invaluables consejos.
No quisiera pensar que tu vida fue triste y solitaria, despojada de todo afecto; solo me adelantaría mucha desolación acrecentando mi angustia.

Nada de lo que haga podrá evitar que llegues a la situación que hoy te encuentras, porque no existe manera de develar las interminables cadenas de sucesos de la vida, ni podemos anticiparnos al infortunio; no es tan fácil distinguir el camino ancho del angosto.
Probablemente te enfurezcan mis palabras, porque quizás desees más de lo que te di. Más sueños concretados, más metas alcanzadas y muchos más caminos recorridos.
¿Pero hay alguna cantidad que nos asegure un pacifico descanso?

Nada puedo garantizarte, ni salud, ni dinero; únicamente puedo darte algunos recuerdos los cuales tampoco puedo prometer que sean bellos; ni que valgan la pena ser recordados.
Solo puedo asegurarte la nostalgia de una juventud perdida, añorar sentir la libertad total de un cuerpo fresco y sano que busca no ser condenado al olvido.
Extrañar correr por las calles resolviendo que hacer con tu vida; elegir entre las tantas posibilidades que ya no tienes. La oportunidad de tomar las decisiones correctas que te hagan feliz aunque hubiese mucho que perder, en vez de aceptar la opción más segura. Total al fin de cuentas la vida termina de todos modos (aunque realmente no comprendo la profundidad de esas últimas palabras).

Entiendo tus pensamientos y tu sentir; yo siento la aspereza de mi rostro y veo mis manos… tan grandes. Casi sin darme cuenta, vi como se escurría la primer parte de mi vida.
Viene a mí nuestra niñez, aquel chiquillo que fuimos. Lo veo corriendo por la vereda, jugando en la calle. Vuelve a mi mente esa bicicleta de las que tantas veces nos caímos, el primer día de escuela y esa compañerita de cual nos enamoramos; fue hermoso (aunque nunca se enterara de nuestro amor por ella).
Teníamos una cantidad interminable de amigos que ahora están tan ocupados que ya olvidé sus rostros. Recuerdo a ese niño que creció junto a su mamá y su papá, quienes no estarán en tu mundo como mis abuelos no están en el mío, dejando un vacío irremplazable de haberlos amado; incluso mucho tiempo después de haberlos visto partir.
Fueron tantos los momentos, tantas las risas, vivíamos impregnados de felicidad y del sentimiento verdadero de libertad donde no importa el mañana.

También hay muchas heridas y muchas decepciones que todavía permanecen abiertas en mí y que los años sabrán curar, afortunadamente no serán más que cicatrices del pasado para ti. Pero también hay otras que no sanaran y con el correr del tiempo dolerán más; cada día serán más difíciles de llevar y de soportar.
Nunca sabremos cuantas desdichas deberemos padecer hasta que nos llegue el aliento final.

Compañero mío, quiero terminar esta carta pidiéndote perdón por lo que fui y por lo que no seré y procurando pensar en ti cada día.
A medida que el tiempo transcurra inconmovible nos acercaremos más y más el uno al otro hasta fundirnos en un solo ser. Mientras tanto extenderé mi brazo a través de los años que nos separen y te estrecharé en un abrazo amigo; compartiremos nuestras alegrías y tristezas para que nunca estemos solos. Para cuando en el ocaso inevitable se presente la muerte podamos sonreír por última vez; y descansar eternamente en la profunda paz del olvido.

Jorge Kagiagian

5 comentarios:

Jorge Kagiagian dijo...

Comentario de prueba

Wences C dijo...

Que buena carta!

Anónimo dijo...

simplemente EXCELENTE!... de todos modos demasiado triste para mi gusto.. Saludos. Fede Pernot

Unknown dijo...

Muy bueno Jorge ... quedo a la espera de la respuesta a la carta.
Un abrazo!

Efemérides Insurgentes dijo...

Jorge, llegue a tu blog, por un mensaje que dejaste en el mio...recien hoy, despues de casi un año me entere del comentario que habias realizado.
Tengo, como ya habras podido ver, el blog medio abandonado....la idea que originalmente lo motivo, tuvo que dar paso a otras cuestiones que necesitaron de mi atencion.
Gracias sinceramente por haberte tomado unos minutos para escribirme y compartir conmigo tu obra.
saludos, romina.